Opinión | Virando a babor

Delincuentes de cuello blanco

Rato entra en la cárcel y va a convivir con un grupito de los que años atrás fueron casi tan poderosos como él y pertenecientes a las élites políticas y económicas. Son lo que Edwin H Sutherland denominó «delincuentes de cuello blanco». El delito de cuello blando, puede definirse como el cometido por una persona de respetabilidad y status social alto en el curso de su ocupación. Lo significativo de este delito, afirmaba este científico social en 1939, es que no está asociado con la pobreza. Sutherland dinamitó las teorías criminológicas anteriores demostrando que los altos dirigentes de las grandes corporaciones nunca entraban en la cárcel, a pesar de que fueran delincuentes, lo que explicaba por qué en la cárcel hay sobre todo delincuentes procedentes de las clases bajas. Los Informes de Instituciones Penitenciarias nos proporcionan datos del número de internos, sexo, edad, nacionalidad, situación procesal-penal y tipos de delitos. No nos dicen nada de su clase social, de las profesiones que tenían, de su nivel socioeconómico. Estaría bien incluir esta variable. De las 59.121 personas presas en enero de este año ¿cuantas eran de cuello blanco? Igual veíamos que no es que los poderosos comentan menos delitos, simplemente, como demostró el sociólogo de Chicago, es que raramente van a la cárcel. El propio presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), Carlos Lesmes, afirmó que la actual Ley de Enjuiciamiento Criminal está «pensada para el robagallinas, no para el gran defraudador». Pues está claro.

*Profesor de universidad

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