El sello Navona rescata una de las novelas más estremecedoras de Franz Kafka: En la colonia penitenciaria.

Auxiliado por una renovada traducción de Xandru Fernández (aunque checo de origen, Kafka escribía en alemán, prueba de que la lengua no es determinante para desarrollar el genio de un escritor) vuelvo a introducirme en un universo kafkiano que, en su colonia penitenciaria, adquiere tintes surrealistas y simbólicos.

Como tantas otras de las propuestas literarias de Kafka, esta resultó un rotundo fracaso. Simplemente, no se entendió. Hacia 1917, fecha de su composición, el mundo no estaba aún preparado para asimilar la ola de símbolos dantescos que Kafka lanzaba desde su particular lucha con/contra la realidad.

En esa colonia penitenciaria, situada en algún lugar del trópico, los protagonistas eran arquetipos: el comandante, el oficial, el viajero, el condenado... Este último está a punto de ser sometido al cumplimiento de su condena. Que consistirá en ser maniatado a una gigantesca máquina cuyas púas de cristal tatuarán su castigo sobre su piel. Será una manera de que no olvide jamás el motivo por el que fue condenado. Porque la culpa, sentencia Kafka, es siempre permanente.

Mientras el condenado está siendo atado al artefacto, el oficial explicará su funcionamiento al viajero. No es en absoluto simple. Consta de varias alturas y niveles y de una maquinaria compleja, a base de rodillos y tuercas, manivelas y temibles púas de vidrio concebidas para escribir las condenas sobre la piel de los reos, con su propia sangre. La ejecución, sin embargo, no saldrá como estaba previsto. La propia máquina parecerá rebelarse a los mandos del oficial, actuar, decidir, ejecutar por cuenta propia... en un escalofriante desenlace abierto a diversas interpretaciones.

La libertad del ser humano y, al mismo tiempo, su capacidad para ejercer la censura contra las libertades de otros será uno de los temas de fondo de esta breve e intensa novela, pero no el único. El desarrollo tecnológico y sus monstruosas consecuencias será también motivo de reflexión, así como la jerarquía militar, la rehabilitación moral y, por supuesto, la culpa. Kafka en estado puro.