L a próxima sesión de vídeo del Real Zaragoza debería destinarse al visionado de la película Ensayo de orquesta. Un magnífico mediometraje de Federico Fellini del año 1979. Deben verlo, a la vez, el consejo de administración, el cuerpo técnico y los jugadores del equipo maño. También es imprescindible, al final, celebrar un cinefórum como debate de reflexión aplicable a la situación del equipo. Como escueto resumen del filme les diré que se trata del relato del ensayo de una orquesta, a las órdenes de un estricto director, y en el que los músicos se centran en su propio protagonismo, sus envidias con las respectivas fobias y filias, y la importancia particular de su instrumento frente al desprecio de los demás en el conjunto de la orquesta. La situación se torna endiablada y la catástrofe común se intuye desde la ruptura de cada artista con el resto.

Un equipo de fútbol debe ser una orquesta. Y el éxito o es común o no será. Cuesta serlo y aprenderlo en el fútbol base. Y es una gestión compleja en el fútbol profesional. Un club puede ascender a primera división con magníficos jugadores y dinero o formando un gran bloque con fuerza de equipo. Los ascensos del Leganés, Eibar, Girona y Huesca son un ejemplo de este segundo criterio más cercano a la realidad que vive el Zaragoza. Estos clubes han funcionado como magníficas y conjuntadas orquestas. Hubo empatía entre sus directivas y aficiones (algo que no ha vivido nuestro equipo desde la presidencia de Alfonso Soláns padre). Estos equipos de ciudades modestas eran más bien una charanga que una sinfónica. Pero suena mejor una buena banda que una orquesta desorganizada. Hoy, Fellini, que reconoció la influencia de la caótica situación italiana de la época en su película, se vería representado por nuestro Real Zaragoza. Justificaba el desastre Lucas Alcaraz por el bloqueo mental de sus jugadores. Algo para lo que podríamos ofrecer soluciones desde la psicología. Pero no es suficiente con una sola causa como explicación de lo acaecido en La Romareda. Sabemos, e intuimos, que hay algo más. ¿Compromiso? ¿Calidad? ¿Idoneidad? Eso queda para los entendidos.

El comportamiento de Pombo, y la conversación difundida con los aficionados, es el síntoma del ensayo de la orquesta zaragocista a la que aludía Fellini. No es un problema de lo que dijo y cómo lo dijo. Es más, como socio y aficionado del equipo desde hace decenas de años, comparto desde mi pasión futbolística su gesto. Pero no puedo defender como profesional de la psicología deportiva su actitud. Con el cariño que recibe y que siente hacia el escudo y hacia la gente, el bueno de Pombo tuvo una actitud populista, pombulista si me permiten el juego de palabras. Su acción parte de la ventaja que da ser bien acogido, al menos por dar la cara, ante las decenas de aficionados que esperaban la salida de los jugadores. Y no era para darles el aguinaldo navideño. Pero si uno de nuestros mejores músicos se esfuerza, tiene talento y toca de maravilla el balón, no debe marcar diferencias con el resto de la orquesta por mucho que desafinen sus compañeros. Si no hay sinfonía el problema es común. Y no solo de jugadores y técnicos. No hablo de temas deportivos que no son mi especialidad. Pero desde mi ámbito profesional, que relaciona lo mental y lo deportivo, está claro que nuestro equipo necesita una terapia de grupo y, también, refuerzos individuales en la autoestima y en la capacidad de competición. La psicología deportiva no hace mejores a los jugadores. Pero sí es capaz de hacer mejores equipos partiendo del fortalecimiento conjunto y solidario de los valores individuales. Eso sí, los patrocinadores de la orquesta también necesitan apoyo desde otra faceta de nuestra profesión.

La psicología de las organizaciones demostró hace tiempo que las empresas que generan una mejor relación entre productividad y costes son aquellas en la que los empleados son parte y se sienten y son tratados como un pilar más de la propia empresa. Así, los beneficios y pérdidas de la misma son también los suyos. Un compromiso que conlleva empatía entre trabajadores, dirección y clientes. Algo que se lleva echando de menos demasiado tiempo en nuestro club. No basta con que los nuevos propietarios hayan salvado económicamente la herencia envenenada de la anterior dirección. El cariño de la afición al club no se ve correspondido, no solo por resultados, sino por empatía de la dirección con los socios. La Fundación 2032 no debe ejercer de Sheldon Cooper como insensible protagonista de este Big Bang futbolístico, en forma de agujero negro, que se cierne como amenaza sobre el futuro del Real Zaragoza. El fútbol es más. Mucho más. Pombo ofreció cariño a las personas que salimos disgustadas de La Romareda. Era un cariño equivocado porque agrandaba aún más el desamor y la fractura con el resto de la plantilla. Pero cuando las personas no se sienten correspondidas en su particular orquesta, buscan en desconocidos el amor que no les dan. Jorge Pombo, también.

*Psicólogo y escritor