Desde la más remota antigüedad,nuestros antepasados, tuvieron conciencia de la existencia, significado y cambios ambientales que se producían en las cuatro estaciones del año.

Eran especialmente relevantes, por ser en el hemisferio Norte el día mas largo y con mas luz, el solsticio de verano, así como en sentido y hechos contrapuestos, el día mas corto y con menos luz, el solsticio de invierno. Como consecuencia del giro y rotación de la Tierra alrededor del sol, de cuya distancia e inclinación, se derivaban los cambios estacionales. Galileo Galilei, estuvo a punto de ir a la hoguera expiatoria, por su controversia con la Iglesia de Roma y su dogmatismo, de que éramos el centro del universo.

En el de junio, se celebraba la llegada del verano, la recogida de las cosechas, la abundancia de alimentos, y en las tradiciones paganas, se festejaba el calor, con fuego, hogueras y conjuros a los enemigos.

El de invierno, era el inicio de los meses mas duros, climatológicamente, del año, con la restricción de lo que la Tierra y la naturaleza nos ofrecía para la subsistencia, y donde se vivía de las reservas almacenadas en los meses fértiles.

Con la llegada y difusión del cristianismo, (la religión y cultura que creó Europa), el solsticio de invierno, fue solapándose con la conmemoración del nacimiento de Jesús, y la Navidad.

Que la modernidad, implemento de dos mensajes, la reunión de la familia en una festiva mesa, y utópicamente, desearnos paz, en un escenario de envidias, odios, rencores y guerras.

Últimamente, el materialismo individualista, y el relativismo, están haciendo desaparecer e ignorar el mensaje cristiano, y se están convirtiendo estas fechas en un maratón de regalos y cenas, que incluso los niños, captan ya como única concreción del inicial sosticio, posterior Navidad y celebraciones derivadas.

Dentro de ser reflexiones muy personales y en el atardecer de la vida, creo que puedo y debo expresarlas, públicamente, sobre el actual momento de España y los españoles, en este solsticio de invierno de 2018.

Desde el punto de vista socioeconómico, 2018, ha permitido un aumento del PIB, superior al 2%, una discreta disminución del paro( rangos durísimos en jóvenes y mayores desempleados), una estabilización de la deuda externa, superior al PIB de un año entero (o riqueza que podemos producir todos los ciudadanos en doce meses), siendo estos datos, en lo favorable, derivado de coyunturas externas, pero no de cambios estructurales, donde el turismo, servicios, construcción, y tibia industria, no garantizan el progreso, pues seguimos como sociedad y país, sin apostar decididamente por la investigación y la innovación, que reciben exiguos recursos.

En el terreno político, se ha producido por primera vez en nuestra bisoña democracia, un cambio de Gobierno, como consecuencia de una extraña moción de censura, del centro-izquierda del PSOE, la izquierda populista, y la fenicia mezcla y apoyo de los secesionistas catalanes y el rescoldo carlista del PNV.

En su larga historia y aportaciones, el PSOE, ha sido siempre un partido defensor del orden constitucional, y no proclive a cesiones espurias a los nacionalistas desintegradores y los secesionistas. Momento de recordar definiciones de Felipe González y Alfonso Guerra, de que con los nacionalistas no se podía ceder, por ser «insaciables» y comprometer el futuro e integridad de España.

Pedro Sánchez, está virando hacia el rumbo del PSC, que inició Maragall y ahora lidera Iceta, olvidando sus fundamentos históricos de partido.

No menos grave, o más quizás, ha sido la crisis del Estado de derecho, y las más altas instancias de la Administración de justicia, incluyendo Tribunal Constitucional, Supremo y Audiencia Nacional, así como la politización de la designación de sus cargos, fuera de la independencia de la Justicia.

En el marco de relación y convivencia entre españoles, en libertad y democracia, (40 aniversario de la Constitución), es evidente que existe un riesgo de desmenbración de España, con la crisis, cada vez mas fanatizada, ilegal e irracional del procés, y las incipientes amenazas carlistas de Euskadi y Navarra. Mariano Rajoy, además de desautorizado por los magistrados de la Administración de justicia, fue tibio, cobarde y encubridor de la corrupción del PP. Aplicó un 155 sin la intensidad y sobre todo duración que exigía la rebelión de septiembre y el 1 de octubre.

Dejó los medios de comunicación fanáticos en manos de los secesionistas y las elecciones de diciembre pasado consolidaron un Parlament y un Govern, que actúa en rebeldía, ilegalidad e impunidad.

El PNV, coquetea abiertamente con Bildu, y en Navarra, el Parlamento foral y una parte minoritaria, pero muy activa de la sociedad, no oculta sus deseos de incorporarse a Euskadi.

¿Cómo se ha llegado a esta situación?

Fuera de análisis mas profundos o pertinentes, por sociólogos y politólogos, como médico y profesor universitario, pienso a mis 77 años, que algunos aspectos y desarrollos de nuestra Constitución y sistema de representación parlamentaria, muestran las claves del momento, de la evolución experimentada y de los riesgos del futuro. Jorge de Esteban, una de las mentes mas diferenciadas en Derecho Constitucional, publicó recientemente, a propósito del cuadragésimo aniversario de la Carta Magna, confidencias en la segunda mitad de los 70 con Felipe González, y concretaba y se reafirmaba del tremendo error que significó en la misma y el sistema de votación (proporcional y Ley D’Hont) que permitió una representatividad, que en el Congreso de los Diputados, exageradamente se concede a los partidos nacionalistas, y que su consejo en el 77-78, no llevado a la práctica, era y es que los partidos nacionalistas, tuvieran su representación en el Senado, en vez de en el Congreso, con la disfuncionalidad que han ocasionado y siguen produciendo.

Esta medida, o la segunda vuelta francesa, hubieran impedido el «desintegrador protagonismo y beneficios» que, ya en 1993, Pujol obtuvo del PSOE, y en el 96 de Aznar, así como posteriores configuraciones de mayorías para la Gobernanza del PP o del PSOE, con los carlistas del PNV, y los fenicios de CIU, Esquerra, o PDECat.

Se les ha permitido demasiado y son desequilibradores e insolidarios.

En el terreno de las relaciones internacionales y presencia de España en foros europeos y mundiales, la penosa realidad es que somos un país de segunda división, sin ningún peso especifico en las instancias donde se decide el futuro del planeta y sus habitantes.

Ninguneada nuestra Gobernanza y Administración de justicia por las Cortes belgas, inglesas, suizas y alemanas con los desertores del procés...

Y en un clima y escenario de corrupción de algunos miembros relevantes de los partidos políticos mas importantes, en garantía de impunidad por las sucesivas administraciones.

Mal solsticio. Próximamente, si conservo la tolerancia del director y equipo de redacción de EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, seguiré,.. pues el escenario lo justifica, al menos como elemento de debate.

*Catedratico jubilado de la Universidad de Zaragoza