Hoy soy yo quien te va a echar de menos. Y es que, en las contadas ocasiones en que nos vimos una vez abandonado el Gobierno de Aragón, siempre me decías, con la sonrisa cruzada y la voz resuelta, que me echabas de menos. Paradojas de la política y del periodismo. Yo también te echaba de menos porque representabas lo mejor del oficio noble, radical y no presuntuoso del hacedor de gacetas y noticias. Y mira que nos enfadamos. Pero nunca faltaste a la verdad sobre a lo que a mí se refiere, so pena de tener que soportar, querido Míchel, tu acerada crítica política. Así empecé a curtirme que falta me hacía.

Recuerdo el día en que escribiste que yo era una combinación de Góngora y Sálvame. De Góngora, a recordar vengo el verso “Las palabras, cera; las obras, acero”. Porque cera, mucha me diste, que eras observador severo y de humor sereno. Transcurridos unos días desde que redactaste la columna, te encontré en Cortes. “Te has pasado, Míchel”. Y me contestaste: “Sí, me he pasado, pero mira cómo te pasas tú también”. Y así, como hacen los aragoneses, que aplican la propiedad conmutativa hasta en el perdón, nos reímos.

Luchaste siempre, y bien que lo sabíamos. Siempre que te preguntaba por tu salud, acelerabas una respuesta optimista. Nunca bajabas los brazos, y menos con un liberal gongoriano como yo. Naciste acompañando a la Constitución y has vivido cuatro décadas imponentes de nuestra historia. Historia que tú conformas. La de nuestras raíces, la de nuestro carácter y la de nuestro tesón. Hoy soy yo quien te va a echar de menos.