El académico José María Merino ha querido felicitar la Navidad escribiendo un cuento a lo Dickens: El carbón de los Reyes Magos, en un librito con ilustraciones de Raúl Arias editado por el sello Reino de Cordelia en su colección Snacks.

Se trata de un relato imaginativo que parte del recuerdo real, aunque nostálgico, de alguien que, como el escritor, hace mucho tiempo que dejó de ser niño, pero quisiera volver a serlo.

En el cuento, el pequeño José Mari, de nueve años, rememora la noche de Reyes, con los preparativos de los padres en la galería de la casa, en el casco viejo de León: la palangana con agua para los camellos, los orujos, las zapatillas y dulces Nicanores de Boñar para Sus Majestades de Oriente; sobre todo, la severa advertencia paterna: bajo ningún concepto, oyesen ruidos, voces, balidos (los camellos balan) levantarse de la cama.

Sin embargo, José Mari, siendo obediente, merecedor de los regalos que había pedido, desobedeció. Oyó murmullos y balidos, se levantó de puntillas a la helada galería y sorprendió a los Magos descargando de las alforjas los tres libros que les había encargado: La isla del tesoro, de Stevenson; La vuelta al mundo en ochenta días, de Verne, y Las aventuras de Tom Sawyer, de Mark Twain.

Sobre esta anacrónica inocencia, niños que piden libros, reyes que se los regalan, el futuro inmediato yergue una realidad muy distinta y amenazadora.

En demasiadas partes del mundo los Magos no pueden atender las demandas, los gritos de socorro de una población infantil que muere de hambre, o en hospitales infestados de virus; que no disfruta de una educación ni de derecho alguno. Siendo a menudo esos niños y niñas explotados como fuerza laboral, vendidos como esclavos, instruidos como pequeños soldados o entregados a la prostitución. Su colonizada debilidad los hará inmunes a la tradición, entregándolos al capricho de fuerzas muy superiores a los encantamientos de Melchor, Gaspar y Baltasar. La injusticia, el mercantilismo y el autoritarismo les alejarán de creencias como esa de pedir libros a los ilusionistas de Oriente, y en sus sueños, en lugar de Magos y camellos, aparecerán tanques y lágrimas, señores de la guerra.