La tensión que se vive en los medios de comunicación y en las redes sociales penetra en los muros de las aulas. Por eso es más importante que nunca insistir en la educación cívica, en el respeto mutuo y la convivencia pacífica. Debería saberlo esa clase política que se cree el ombligo del mundo. ¿No hablaban tanto de «hacer pedagogía»? Pues que la hagan. Por cierto, bastantes de nuestros políticos son profesores o estudiaron en su día para trabajar en la docencia. Una vez en el sillón, se olvidaron.

El ambiente social y político está demasiado enrarecido. En el mundo, como si se fuese a volver a la guerra fría. En el continente, profundizando en la separación de países más que una unión europea. En nuestro país, con la subida permanente de tono de cara a las elecciones. Un ambiente tenso. Con muchos fuegos encendidos o a punto de encender. Y algunos medios de comunicación con la mecha en la mano. Con demasiadas chispas y alboroto en las redes. Todo se resuelve a golpe de titulares y tuits. Muy preocupante por peligroso.

En ese ambiente explosivo viven los niños y jóvenes de hoy. Porque, no se olvide, también ellos están enganchados al móvil y reciben el bombardeo indiscriminado de los medios. Aunque pasen de los telediarios, el alboroto llega a la mesa de cada casa. Con tertulias convertidas en vodevil político teledirigido. Con noticias faltas. Mentiras repetidas. Algaradas. Descalificaciones. Y tan poca preocupación por los problemas reales de la gente.

¿Cómo se asimila todo eso en una etapa de la vida tan influenciable como la infancia y la ado-lescencia? ¿Qué se puede hacer en y desde la escuela? Mucho. Ahí van tres propuestas.

Una, analizar la actualidad en las aulas. Entre los objetivos de todas las etapas educativas está el desarrollo de competencias relacionadas con la comunicación lingüística, el universo digital, el desarrollo del espíritu crítico y la formación en valores cívicos. Aunque se centran específicamente en algunas asignaturas, son temas transversales que puntean a lo largo de todo el currículo y se concretan en el estudio del entorno próximo. Hoy en día ese entorno no puede reducirse al pueblo o al barrio donde está ubicado el centro escolar, ya que en el nuevo entorno digital todo (absolutamente todo) está «próximo» (inmediato) con un solo clic en un teclado o en una pantalla. Habrá que analizar, por tanto, qué pasa hoy en la calle y cómo llega la información a nuestros estudiantes. El aula puede ser un punto adecuado para la recogida y contraste de fuentes (visuales, escritas, etc.) y un espacio para la reflexión sosegada y la formación de criterio ante la tensa situación que se vive en nuestro país. Metodologías didácticas hay muchas, pero en este análisis priman las participativas y colaborativas, desde los trabajos por proyectos en equipo al comentario colectivo diario de las noticias más destacadas o la organización de asambleas y debates argumentados entre toda la clase. El profesor se convierte así en un mediador que ayuda a sus alumnos a separar el grano de la paja.

Dos, profundizar en la democratización de los centros. La democracia se aprende mejor viviendo en democracia y un centro educativo puede ser un territorio idóneo para desarrollar hábitos de trabajo en equipo y actitudes positivas hacia los demás. No se trata solo de reintroducir una cada vez más necesaria asignatura obligatoria sobre educación cívica que prepare para el ejercicio activo de la ciudadanía desde el necesario respeto al pluralismo propio de una sociedad democrática. Hay que hacer realidad las buenas intenciones del proyecto educativo de centro, elaborando un medido reglamento de derechos y deberes de alumnos, profesores y padres que luego se traslade a un consensuado plan de convivencia con medidas concretas para el día a día de la vida en la escuela. Y hay que impulsar las tutorías como excelente tiem-po para comentar y reflexionar sobre el ruido mediático de fuera, tranquilizar al alumnado y hacerles ver que no todo vale, ni en política ni en nada.

Tres, enlazar escuela y sociedad. En primer lugar, resulta imprescindible la revitalización de los consejos escolares, reducidos a simples comparsas con la LOMCE, y es de urgente necesidad la potenciación de las Ampas y las asociaciones de estudiantes. En el segundo término, habrá que recordar a ayuntamientos e instituciones públicas y privadas su responsabilidad social en algo de tanta trascendencia como es la educación de las nuevas generaciones. En definitiva, reafirmar el concepto de «tribu» o comunidad educativa: todos nos educamos entre todos.

Esas propuestas, que podrían ser algunas más, hace tiempo han sido asumidas en muchos centros escolares. Lo que hace falta es que sigan adelante, sin asustarse por el vocerío mediático de la calle. Sobran tribunas y micrófonos al rojo vivo. Faltan nuevos espacios cívicos de convivencia que favorezcan el diálogo sereno y ayuden a hacer más denso el tejido social de nuestro país. Bueno, pues habrá que insistir para crearlos. Y, de paso, pedirles a políticos, periodistas y tertulianos que se den una vuelta por las aulas. Verán que no pasa nada. Que todo está tranquilo. Que se vive y convive en democracia. Algo aprenderían. ¡Se supone!.

*Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación