En los pasados 80 y 81, hace ya casi cuatro décadas, Televisión Española produjo y emitió una serie de recuerdo entrañable: Verano azul.

Sus 19 capítulos mostraron las aventuras e ilusiones de un grupo de niños y jóvenes en la playa de Nerja junto con la ternura de un maravilloso personaje, Chanquete, y su barca La Dorada, interpretado por el gran Antonio Ferrandis.

Todos de mi generación (y otras más jóvenes entonces y hoy) la recordamos igual que posteriormente en el verano del 2003. El presidente José María Aznar nos tuvo a todos los españoles en vilo durante sus vacaciones en Menorca, jugando con el nombre de su sucesor, que dependió exclusivamente de su visión personal entre las alternativas en una famosa libreta, también como la serie televisiva, azul.

Junto con logros sociales y económicos, la entrada en el euro, se recuerda de su mandato la reconquista de la Isla de Perejil, con viento de Levante, la foto de las Azores y la familiar con Bush en su rancho, con ambas piernas y pies encima de la mesa. Así como su autoridad monolítica en el PP para designar e imponer a su sucesor, Mariano Rajoy.

Los atentados del 11-M de 2004, a tres días de las elecciones generales, y las contradicciones de Acebes, el propio Aznar y la poco pertinente presencia de la señora Botella en la sala de comparecencias de miembros del Gobierno ante los medios informativos generaron dudas en la ciudadanía (por las contradicciones y versiones contrapuestas), y derivaron en una gran concentración en la calle Génova el día 12, ante la que Rajoy, el día de reflexión, la violó con una comparecencia a través de Televisión Española, denunciando el «acoso» y la «manipulacion» de la población, inducida por otras fuerzas políticas que justificó la terminante comparecencia posterior de Alfredo Pérez Rubalcaba: «España no merece un Gobierno que mienta...».

Tras ello, ocho años de ZP (siete en realidad) nada brillantes, o casi torpes y penosos. Con una grave crisis económica que no se supo ver, ni intuir, y que además del retroceso de todos los indicadores sociales y económicos estuvo a punto de producir la intervención de España por los organismos de la Unión Europea y los mensajes de Obama, alertando a ZP de cómo estábamos y produciendo la reforma de la Constitución, incluyendo la obligación de «controlar el déficit». Hizo cesiones a Cataluña, inasumibles por su deuda con Maragall, al acceder a la secretaría general del PSOE.

Rajoy, en la Legislatura de 2011, tras su mayoría absoluta, enmendó la situación económica y gran parte de los indicadores socioeconómicos, pero su falta de firmeza ante el rumbo que estaba tomando Cataluña y su laiser faire-laiser-passer, propio de su personalidad galaica y un cierto encubrimiento e impunidad hacia la corrupción que mostraron personajes del PP en la Administracion del Estado, las autonómicas y locales en diversas comunidades derivaron en el juicio del caso Gürtel y los papeles de Bárcenas, y tras haber conseguido aprobar en el Congreso de los Diputados (asumiendo el fielato del PNV y los voraces sucesores de los Carlistas) los Presupuestos Generales de 2018, que le podían permitir concluir la segunda legislatura. El juez de Prada y otro magistrado de la Audiencia Nacional proclamaron que el testimonio de Mariano Rajoy, presidente del Gobierno, no era veraz ni fiable.

Cuando en un Estado de Derecho dos jueces dudan de tu palabra (que es tu compromiso de honor), tanto como ciudadano e igual, no más, si eres un responsable en la Administración y Gobierno del Estado no tienes otra opción que la dimisión. Y la vergüenza. Que además es ética y estéticamente exigible.

Ahí se equivocó estrepitosamente don Mariano, a pesar de su larga y tenaz carrera política y sabiduría celta. No dimitió, y la opción de una presidencia provisional de Soraya Sáenz de Santamaría y convocatoria de elecciones no se produjo y, por el contrario, permitió el éxito de la moción de censura presentada por Pedro Sánchez con el apoyo de Podemos, los voraces diputados del PNV, ERC, PDCat e incluso Bildu, el pasado 25 de mayo, convirtiendo al secretario general del PSOE (que había obtenido el peor resultado de los últimos cuarenta años) en presidente de Gobierno, con 85 diputados, dentro de una mayoría parlamentaria de 175, y obligado a negociar y, sobre todo, a ceder.

¿Por qué en el momento presente tenemos este ambiente de crispación y dudas?

Como opinión limitadamente personal y libertad como miembro de la sociedad civil, para expresarla veo estos cinco motivos.

Crisis compleja en el modelo de convivencia suscrito en la Constitución.

Desde Pujol, Mas y luego Puigdemont y Torra, la sociedad catalana está desestructurada y escindida en dos bloques antagónicos. Un problema político ha evolucionado a uno de sentimientos y judicial que nos afecta a todos. Y PNV y Bildu moviendo el rabico en sus privilegios y justificación del pasado terrorismo, como signo premonitorio de sus objetivos. Hasta la autopista A-68 se les regala estos días.

Corrupción e impunidad ante la misma, en administraciones centrales, autonómicas y locales, bajo distintos partidos, que no permiten la generalización pero sí identifican focos en Madrid, Levante, Baleares, Cataluña y Andalucía, conocidos y en vías de juicio bastantes.

Deterioro en el nivel de servicios sociales que recibe la ciudadania. Educación, sanidad, paro y pensiones. Desde la crisis de 2008 y 2009, y las consecuencias presupuestarias y sociales derivadas, no hemos recuperado todavía las cantidades y porcentajes que se dedicaban al área social y de servicios.

Limitado peso, prestigio y reconocimiento de nuestro país en el escenario internacional.

Sin necesidad de más comentarios, pero dos pinceladas: tras la huida de Puigdemont en el procés, las administraciones de Justicia de Bélgica, Suiza, Escocia y un cantón alemán han humillado en sus resoluciones nuestro Estado de derecho y democracia.

Sin valorar el ejemplo de ortodoxia del magistrado Marchena y el fiscal Zaragoza, estos meses...

La guinda reciente, Bergoglio, y «España en guerra», así como siete de sus obispos catalanes, secesionistas. Con el de Lérida (incautador de los bienes...) dirigiéndose en lengua vernácula al juzgado de Barbastro-Monzón.

Ausencias en los últimos veinte años de políticas de progreso basadas en la ciencia y la génesis de conocimientos (I+D+i). Sirvan los indicadores de penuria en las universidades (en la de Zaragoza sí que es notable el giro positivo, con Alegría y Lambán, tras la epoca de la Sra. Rudi), y de las inversiones y porcentajes de lo presupuestado en investigación. En 2018, en España, que tuvo el segundo presupuesto más magro desde 2000 (y además sólo se gastó el 46,8% de lo presupuestado).

Sin ciencia y educacion, y mimos a nuestras universidades y grupos de investigación no hay progreso Y sin asumir y aprovechar en qué formaciones y desarrollos habrá demanda y se pueda consolidar el progreso.

Todo posiblemente por la ausencia de hombres y políticos con categoría de líderes y visión de Estado. Por eso recordamos y añoramos a los políticos de la primera década de la Transición, los pactos de la Moncloa, la Constitución, el pacto y el acuerdo. Con sentido de Estado.

Suárez, Felipe González, Fraga, Carrillo, Nicolás Redondo, Marcelino Camacho, Alfonso Guerra, Garrigues, Javier Solana, Pérez Rubalcaba... y muchos más. Un objetivo nacional de concordia.

La Sociología aplicada a las técnicas demoscópicas muestra tendencias con diversos niveles de ajustes en cocina. Pero parece extraerse hoy de la suma de todas las publicadas que el PSOE sube y gana las elecciones, pero lejos de la mayoría absoluta. Y que el acuerdo y pacto de Andalucía (PP, Cs y Vox) no se podrá repetir por el descenso del PP, que no compensan el incremento de Cs y la aparición de Vox.

¿Qué nos espera en los próximos cuatro años?

No tenemos tradición y cultura de coaliciones y pactos en estos cuarenta años.

Pero en este ambiente de crispación, descalificaciones entre gran parte de los líderes e inestabilidad, así como ausencia de un rumbo adecuado (como he intentado razonar), ¿no sería mejor un pacto entre un PSOE socialdemócrata, como tuvimos con Felipe González, y que nos introdujo en el mundo libre, con un Ciudadanos liberal y constitucionalista, que acuerdos como los que estableció el PSOE en la moción de censura con el totum revolutum de populismos y secesionistas?

¿ Y que un hipotético de PP, Cs y populistas de derecha?

Es mi humilde opinión. La comparten cercanos unidos y coincidentes en intentar superar esas cinco hipotecas descritas, bajo la libertad, el respeto, la democracia y el progreso. Que no nos avergonzamos de nuestro país, nuestra historia y legado, y con el activo del segundo idioma más hablado del planeta: 577 millones de personas en todos los continentes. Que así sea o fuese.

*Catedrático de la Universidad de Zaragoza