San Jorge es una fiesta cargada de ilusión. Una mirada a lo que somos y a nuestras raíces, aquello que fuimos. Y una mirada al futuro, lo que queremos ser, lo que vamos a ser. Un futuro que ha de construirse día a día, con la unión y el esfuerzo integrador de todos. Sin exclusiones. Con espacio para todas las formas de pensar y entender ese proyecto común que amamos y conocemos como Aragón. Ni es una tarea imposible, ni tampoco tan difícil.

Habitamos en una tierra maravillosa, tal vez algo dura, pero increíblemente hermosa; quizá decimos conocerla bien, pero hablamos poco y no siempre bien de ella. Por eso fue reconfortante escuchar cómo en la Alfajería se reconocía esa labor divulgadora que cineastas como Paula Ortiz o el cantautor Joaquín Carbonell vienen desarrollando a través de su buen hacer, introduciendo en su obra el paisaje y el sonido de Aragón, mientras que otros, como el fiscal de Sala del Tribunal Supremo, Javier Zaragoza, lo hacen presumiendo de su origen y de su vinculación a la tierra que les vio nacer. No muy lejos de la Alfajería, se efectuaba en el ayuntamiento una lectura pública del libro Monte oscuro: álbum de familia de Ramón Acín, primer presidente de la Asociación Aragonesa de Escritores, que nació en Daroca casi con el nuevo siglo bajo los auspicios de grandes autores como José Luis Corral y Rosendo Tello. Sin embargo, todavía es poco frecuente que Aragón protagonice o, al menos, sea el escenario central de cualquier trama o manifestación artística o cultural. ¿Acaso seguimos teniendo a poco lo nuestro? Creo que tal reprobación camina hacia la extinción, pero aún queda mucho por hacer. Es obligación de todos los que tenemos voz, trabajar con denuedo por un mañana mejor.

*Escritora