Desde que Rockefeller lo fundara en 1954, mucho ha acontecido. Pero sigue viva la esencia sobre la que se constituyó el elitista Club Bilderberg. Su leit-motiv: fomentar el diálogo entre Europa y Norteamérica y garantizar la existencia de un Orden Mundial Único sustentado en el modelo económico actual, el surgido tras la II Guerra Mundial, basado en el crecimiento ilimitado. Así, anualmente, un centenar de personalidades influyentes (líderes políticos, expertos del mundo de las finanzas, la industria, la academia y los medios de comunicación) son convocadas a un foro en el que se discuten asuntos de vital importancia con objeto de perpetuar el status quo planetario, esto es, un mundo en el que el poder continúe en manos de los banqueros. Las reuniones son a puerta cerrada, nadie puede comprar una invitación. La organización, que recae en un selecto club de cuatro de los que nadie nunca sabe ni habla, elige a los asistentes. ¿Con qué criterios? Personas referentes, de múltiples países y de distintos organismos internacionales. Imagínense el reparto. La tercera parte es para EEUU, Canadá, Reino Unido, Francia, Alemania, que suelen tener entre 5 y 7 representantes; otras organizaciones internacionales, desde el FMI al Banco Mundial, tienen adjudicadas unas 12; y países como el nuestro, 4. Pablo Casado (PP), Javier Monzón (grupo Prisa, el único conglomerado mediático español presente en el club), Ana Botín e Inés Arrimadas (Cs) son los elegidos. Con esta exclusiva selección, habrá que ir pensando en jubilar al comité organizativo del Bilderberg.

*Periodista y profesora de universidad