Auxiliadora tiene cara de felicidad y hace honor a su nombre: se dedica a ayudar a los demás. Es directora general de la Fundación Emet-Arco Iris, que atiende a personas en situación de vulnerabilidad. La otra tarde en la radio explicó detalles del proyecto que gestiona en Córdoba: el centro Odos. Y después de conversar con ella, me quedé con la duda de si se ha inventado algún nombre para definir la capacidad de convertir en invisibles aquellas cosas que nos molestan o nos incomodan. Porque está claro que en esta sociedad tan guay y moderna conviven la hiperexposición de las chorradas más inocuas con el ocultamiento de los problemas más lacerantes. Por ejemplo, ¿alguien sabe dónde acaban las mujeres migrantes que llegan a España embarazadas o con bebés? Pues no. Nadie les sigue la pista.En cuestión de días, semanas a lo sumo, desaparecen del mapa. Sí consta que algunas son captadas por las redes de trata y terminan explotadas sexualmente; a veces sus hijos van en el mismo pack. Pero del resto, lo más habitual es perderles el rastro. Las oenegés y el Defensor del Pueblo llevan tiempo desgañitándose sin ningún éxito, pero el último informe de esta institución destaca precisamente el proyecto piloto de Odos como ejemplo a seguir. El centro no recibe ninguna ayuda pública, tiene una capacidad de 40 personas y prioriza su recuperación física y psicológica. Algunas de esas mujeres, como Aissata, desmienten que los migrantes son gente miserable y poco formada. Al contrario, hablamos de una licenciada universitaria que salió de Guinea Conakry por miedo a que una cesárea defectuosa acabara con la vida de los tres; su marido es ingeniero y espera reencontrarse con él a través de un amigo en París. Pero nada de eso sería posible sin el milagro de Odos. Auxiliadora tiene un apellido corriente, Fernández, pero lo que hace es excepcional. H *Periodista