Hace unos días que fue 18 de julio, una fecha muy significada en la historia de España. Y ha pasado desapercibida o, al menos, esa es mi impresión, lo que es bueno o malo según lo que se pretenda argumentar. A mí me gusta recordar y aprovechar ciertas fechas, es un buen procedimiento, por lo que no me parece mal volver sobre lo que fue y significó ese día.

Han pasado ya muchos años desde 1936 y se ha escrito abundantemente sobre lo que se inició ese día, tanto que se afirma que sobre la guerra civil española se ha escrito tal cantidad de literatura que nos sitúa en el segundo puesto, tras la Segunda Guerra Mundial, en volumen de textos publicados sobre acontecimientos bélicos. Solo este detalle ya nos debe hacer ver la importancia de lo que supuso la fecha que estoy recordando.

La historia no es algo pétreo, inmodificable, ya que conforme pasa el tiempo y se van descubriendo nuevos documentos, se puede ir variando lo ya escrito o reafirmando lo que se sabe. Yo quisiera comenzar, por poner el foco en un personaje conocido pero al que no le hemos prestado la atención necesaria: el general José Sanjurjo Sacanell.

Su carrera militar se desarrolló en gran medida en África, como la de la mayoría de los que se unieron al bando sublevado el 18 de julio. Cuando el 13 y el 14 de septiembre de 1923 el teniente general Miguel Primo de Rivera se desplaza, en tren, desde Barcelona hasta Madrid, para hacerse con el poder, Sanjurjo es el Gobernador Militar de Zaragoza y en el trayecto ferroviario del futuro dictador, por parte de la provincia aragonesa, irán los dos juntos planificando el futuro. Cuando dos años después tenga lugar el Desembarco de Alhucemas, el primero se autonombrará responsable de toda la operación y será el segundo quien la dirija militarmente. Poco después, en 1928, Primo de Rivera nombrará a Sanjurjo director general de la Guardia Civil, puesto en el que permanecerá bajo los gobiernos del general Dámaso Berenguer y del almirante Juan Bautista Aznar, así como cuando se ponga fin a la monarquía y se instaure la Segunda República, cuyos dirigentes lo confirmaron en el puesto. Es evidente la capacidad de adaptación de este general a diferentes situaciones políticas.

Su admiración por Primo de Rivera es, para mí, un factor clave en la trayectoria vital del general navarro. Y como aquel, quiso hacerse con el poder por la fuerza, dando un golpe de Estado el 10 de agosto de 1932, contra la República, cuando era director general de Carabineros. Para Primo de Rivera fue un paseo en tren lo que le llevó al poder, pero para Sanjurjo resultó más complicado y sus apoyos lo abandonaron de tal manera que fracasó. Juzgado y condenado a muerte, fue ingresado en prisión para cumplir la pena de cadena perpetua, que fue la que le conmutaron por la inicial. Tras las elecciones de noviembre de 1933 una coalición conservadora subió al poder y una de las decisiones que tomó fue la de amnistiar a este general obligándole a permanecer en el exilio, concretamente en Estoril (Portugal).

Desde allí dirigió la conspiración que terminaría en la sublevación del 18 de julio. Él fue quien lideró a los militares rebeldes, teniendo al general Emilio Mola Vidal como su representante en el interior. Sanjurjo quiso protagonizar su segundo golpe de Estado, pero el azar determinó que esta vez tampoco viese coronado con éxito su intento. El día 20, cuando iniciaba el vuelo para desplazarse a Burgos a tomar el mando de las operaciones, el avión cayó a tierra. Las malas condiciones climatológicas, y el empeño del piloto, J. A. Ansaldo, muy arriesgado, hicieron que este general perdiese la vida sin conseguir su sueño: imitar a su ídolo, Miguel Primo de Rivera.

Otro factor sobre el que me querría detener hoy es el de la participación internacional, al menos de la más visible. Se nos ha explicado durante muchos años que la Alemania de Hitler quiso utilizar la guerra en España como una especie de prueba ante lo que llegaría a ser la Segunda Guerra Mundial. Parece demostrado que fue así (Antony Beevor, La guerra civil española, Barcelona 2005) pero de ello no podemos afirmar que los nazis provocasen nuestra guerra. La participación italiana tuvo menor peso en el balance final, pero si nos fijamos en los inicios, su colaboración con los sublevados españoles fue decisiva. Acaba de publicarse: ¿Quién quiso la guerra civil?, Ángel Viñas, Madrid 2019, magnífico libro de quien es uno de los mayores expertos en la internacionalización de la guerra española de 1936-1939. Si bien fue Sanjurjo, como acabo de referir más arriba, quien dirigió la conspiración militar, las ayudas externas, de la Italia fascista, se buscaron y encontraron desde las filas monárquicas mucho antes del 18 de julio, por lo que podemos afirmar que la Italia de Mussolini sí estuvo en el origen de la guerra civil.

*Militar. Profesor universitario. Escritor