Los terroristas de El Paso, Patrick Crusius, y Dayton, Connor Betts, son hombres. Lo eran también los del 96% de los tiroteos realizados entre el 2000 y el 2013, según el FBI. Los datos indican que, más allá del necesario debate sobre la prohibición de las armas en EEUU, para evitar masacres como las de Ohio y Texas, pero también otras como la de Omar Mateen en la discoteca LGTBI Pulse, hay que analizar cómo los modelos de masculinidad influyen en la canalización de la ira de los hombres a través del asesinato masivo. Mateen, cuya razón para atentar fue la homofobia, maltrataba a su pareja mujer. Un estudio apunta que el 54% de los asesinatos en masa cometidos entre el 2009 y el 2017 en EEUU estaban vinculados con la violencia machista o familiar. En otros casos, la misoginia es la razón del ataque. Agrupados en foros de internet, los incels son hombres jóvenes y blancos que odian a las mujeres porque, argumentan, su condición de machos beta les impide acostarse con ellas. Inspirados en el manifiesto de Elliot Rodger, perpetrador de la masacre en Isla Vista del 2014, en cinco años ya han asesinado al menos a 45 personas. El colectivo feminista antifascista Proyecto Una relaciona y la investigadora Angela Nagle escriben que los incels nutren las filas de la alt-right estadounidense. El supremacismo blanco, con un importante poso machista, se apunta como la ideología del terrorista de El Paso. Tal como concluye The New York Times, los ataques pueden ser locales, pero su ideología es global. Y es desde esta dimensión global, desde donde debe combatirse.

*Periodista