Vaya semanita. Del 16 al 22 de septiembre Zaragoza se suma a la Semana Europea de la Movilidad 2019, con el lema Caminar y pedalear seguro, implicando al tejido social y empresarial y promoviendo iniciativas contenidas en el Plan de Movilidad Urbana Sostenible. Al menos así se recoge en la web municipal.

Sorprendente anuncio. Se apoya a la movilidad peatonal cuando PP y Ciudadanos paralizan la cota cero, elemento significativo en este tipo de desplazamientos. Y se alude al PMUS que el Gobierno ha borrado de un plumazo.

Recordemos que en 2008 Zaragoza entró en el selecto club de ciudades europeas con Plan de Movilidad, y que el pasado 5 de abril el Gobierno municipal aprobó su revisión, con amplia participación de agentes económicos y sociales, y la ausencia de algún grupo municipal. Se daba cumplimiento así a la Resolución del Parlamento Europeo, de diciembre de 2015, sobre movilidad urbana sostenible que, entre otras cosas contenía: la planificación de la utilización del suelo como fase más importante para la movilidad, planes de movilidad como instrumento para facilitar soluciones adecuadas, infraestructuras sin barreras para personas con movilidad reducida, planes imprescindibles para alcanzar los objetivos de la UE en materia de emisiones de CO2, ruido y disminución de accidentes conforme a la estrategia de transporte 2050...

Para PP, Ciudadanos y su grupo de apoyo, esta resolución debe carecer de importancia. De sus acuerdos se desprende que los problemas de la movilidad zaragozana no se solventan con planes integrales, que abarquen movilidad peatonal y ciclista, transporte colectivo, movilidad privada y turística, intermodalidad, movilidad al trabajo, distribución de mercancías, aparcamientos o seguridad vial. Nadie, con sano juicio, levanta un edificio sin un proyecto donde encajen armónicamente todos sus aspectos: estructura, instalaciones, acabados… Pero, visto lo visto, la planificación resultará ajena a nuestra movilidad en los próximos años.

Para PP, Ciudadanos y su grupo de apoyo, la movilidad se aborda con medidas sectoriales, primando el no es no: no al tranvía, no a la cota cero, no a la ampliación del carril bici.

Una vieja técnica aboga repetir hasta la saciedad ciertas «imprecisiones» (las denominadas fake news) hasta transformarlas en verdades palmarias. Y últimamente abundan las «imprecisiones»en materia de movilidad.

Un día después de su investidura el alcalde Azcón declaraba que la ciudad más endeudada carecía de capacidad económica para pagar otra línea de tranvía. Craso error. Un informe del Banco de España sitúa a Zaragoza en el octavo puesto de endeudamiento por habitante. La deuda municipal, excluida la imputación del tranvía, alcanzaba, en diciembre de 2015, 827 millones de euros, descendiendo a 674 millones en diciembre de 2018, amortizando, por tanto, 153 millones en cuatro años. Sorprende, en todo caso, que en julio el Sr. Azcón desistiese de litigar con el Ministerio de Hacienda sobre cómo contabilizar 186 millones de endeudamiento del tranvía, máxime cuando en mayo defendiera un contencioso-administrativo ante el TSJ de Madrid por el mismo motivo.

Otro argumento del sr. alcalde para enterrar la línea 2 del tranvía: «el autobús es igual de sostenible, respetuoso con el medio ambiente y muchísimo más barato en combustible y mantenimiento». Otro craso error. Vistos los datos objetivos del PMUS «finiquitado», el bus duplica su coste (0,064 euros/plaza/kilómetro) respecto al tranvía (0,030 euros), y el popular tranbús lo supera en 17 veces (0,5 euros). El tan apreciado bus de PP, Ciudadanos y su grupo de apoyo, arroja algunas cifras de vértigo: una contrata por 10 años de 885 millones, y 112 millones a desembolsar en el último ejercicio.

Obviaremos diferencias de accesibilidad y siniestralidad de uno y otro medio, la alta capacidad del tranvía, la contaminación acústica y ambiental del bus, el deterioro de viales, la transformación urbanística…Por ello, y no por «imprecisiones», en este siglo algunas ciudades «tercermundistas» apuestan por el diabólico tranvía: la danesa Aarhus (2017), las francesas Avignon (2019), Bordeaux (2003 y 2019), Dijon (2012), Lyon (2001 y 2019), Marsella (2007), Niza (2007), París (2019), Reims (2011), Tolouse (2010), la irlandesa Dublín (2004), la italiana Bérgamo (2009), Luxemburgo (2017), la noruega Bergen (2010) o la holandesa Rotterdam (2006). Mejor no continuar enumerando ciudades con tranvía porque agotaríamos el papel de la rotativa.

Como iniciábamos este artículo: vaya semanita de la movilidad en la que un patinete, que surcaba la acera raudo cual centella, casi se me lleva por delante y en la que recibimos con satisfacción inusitada el próximo aumento del billete del bus urbano. Al menos quedará el consuelo de que Vox, PP, Ciudadanos y PSOE modifican el PGOU para legalizar la «ilegal» gran superficie de Pikolín. Y podremos equiparnos a la capital del reino y, como decía la popular presidenta de la Comunidad de Madrid «un atasco a las tres de la mañana un sábado es una seña de identidad», pronto disfrutaremos de impresionantes retenciones en la carretera de Logroño como consecuencia del macrocentro comercial.H

*Miembro de la Comisión de Urbanismo y Movilidad de la Federación de Barrios de Zaragoza (FABZ)