Lo primero en lo que repara el viajero del antiguo reino al llegar a Cerdeña es en la continuidad en los símbolos. Si en tiempos medievales todos los peces del Mediterráneo conocían la señal de las cuatro barras, la impronta aragonesa todavía puede seguirse aun hoy desde los muros de Marsella hasta su extremo oriental, en el antiguo ducado de Neopatria. En el aeropuerto de Cagliari, el recién llegado reconocerá la cruz de Alcoraz y las cuatro cabezas de moro que sirven para decorar los souvenirs de los establecimientos duty free. Los más recientes incluyen la versión adoptada por el nacionalismo sardo, en la que los decapitados miran al lado contrario y tienen los ojos cubiertos por una venda, como reivindicación de una identidad sincronizada con la globalización.

Cerdeña es la segunda mayor isla del Mare nostrum¸ por detrás de Sicilia, pero a diferencia de ésta está inexorablemente marcada por la pobreza de su suelo, que la hace apta apenas para el cultivo de la vid y el olivo y el pastoreo de más de cuatro millones de cabezas de ganado ovino. Por su posición estratégica, era considerada la encrucijada de la tierra conocida y por ella ha pasado una retahíla de dominadores: fenicios, romanos, vándalos, pisanos, aragoneses y piamonteses. En el presente, los sardos mantienen con orgullo su peculiar condición dentro de la Italia moderna, oscilando entre la adaptación forzada al turismo de masas en verano y un desempleo que sobrepasa tasas del 40% en el interior durante los meses de invierno. Impactado por su singular belleza, aquí instaló su residencia el cantautor genovés Fabrizio de André, en lo que hoy es un establecimiento de agroturismo regentado por su ex mujer, Dori Ghezzi.

Entre las escasas salidas al alcance de los jóvenes está, paradójicamente, la enseñanza del italiano, introducido de forma tardía entre la población local con la irrupción de la radio y la televisión. Es el caso de Maura al frente de L’Accademia, una escuela ubicada en el antiguo burgo formado por los campesinos de la llanura campidana (Villanova), como revela la humildad de las casas circundantes. Tras una juventud a caballo entre Inglaterra y el Bel Paese, la vuelta a los orígenes familiares ha convertido a esta licenciada universitaria en una especie de Cicerone para extranjeros atraídos tanto por los reflejos del agua remansada en calas paradisíacas como por una promesa de desarrollo personal. Como en las mareas de sicigia, la alineación de los astros determina el flujo y reflujo de visitantes.

Al igual que en otros destinos turísticos, la convivencia entre la población local y los moradores ocasionales genera encuentros más o menos felices o infelices. Este verano, el hijo del fundador del Movimiento Cinco Estrellas -el cómico Beppe Grillo- ha sido acusado de violar con tres amigos a una joven de origen milanés en el chalet que tiene su padre en el norte de la isla. Hay también historias de emigración que recuerdan el recelo frente al extranjero que persiste a muchos kilómetros de Lampedusa. Al final de la temporada, una joven sarda compagina sus últimas jornadas laborales con clases de salsa que le ayudan a rememorar las veladas pasadas en locales latinos durante su última aventura en Nueva York. Con suerte, la próxima ocasión conseguirá convencer a una de sus parejas de baile para que le haga de sponsor en la tramitación de una green card que le abriría las puertas del cielo (o del infierno).

Porque más allá de los límites del antiguo imperio, que tras la servidumbre otorgaba la ciudadanía romana a sus provincias, la vida sigue discurriendo entre los muros que los humanos hemos levantado desde tiempos remotos para protegernos los unos de los otros, como atestiguan las construcciones nurágicas que jalonan la isla. Más allá del limes europeo, Trump y Salvini pueden posar juntos ante la estatua de la Libertad; a sus espaldas, miles de vidas a la deriva se debaten entre el naufragio y el abordaje. Porque el sentido trágico de la existencia no viene marcado por los elementos impuestos que forman parte de nuestro destino, sino por la frustración de los proyectos que un día emprendimos reclamando nuestra porción de libertad. A veces, durante la travesía asoman puntos de luz.

*Periodista