Los demócratas norteamericanos han abierto la veda contra Donald Trump. Sería de desear que esa pieza de caza mayor cayese pronto ante las flechas de la libertad, pero mucho me temo que la refractaria piel del paquidermo del jurásico político lo acorace contra procesos, mociones e impeachments.

Como especie, el donaldsaurio procede del género del ronaldsaurio, de la misma forma que la ciencia de la trumpología arranca de la doctrina y figura de Ronald Reagan.

Sobre todo, de su primera época, cuando, allá por los años setenta, fue gobernador de California. Corrían aún las protestas contra Vietnam y los ecos de la revolución hippie cuando Reagan declaró su guerra verbal contra todo movimiento supuestamente desestabilizador, de la misma forma que ayer mismo Trump cargaba contra los activistas de Greta Thunberg.

Reagan hizo un contundente trabajo. Siguiendo el ejemplo de Edgar Hoover, jefe del FBI, atacó frontalmente al movimiento de los «panteras negras», en lucha por la igualdad racial. El sucesor de Hoover al frente de la Agencia, Clarence M. Kelley, continuaría con su estrategia de introducir soplones en cualquier movimiento alternativo y en desacreditarlos ante la opinión utilizando o creando directamente rumores y noticias falsas, las famosas fake news que tanto molan a Trump. No olvidemos que actores como Warren Beatty, Jane Fonda o Sharon Tate fueron vigilados por el FBI y que cuando esta última cayó asesinada por miembros de La Familia de Charles Manson no faltaron voces que señalaron a éste como confidente policial y supremacista blanco.

Reagan clamaba una y otra vez contra aquella nueva izquierda. En vísperas de su segundo mandato como gobernador, llegó a declarar: «Si hace falta un baño de sangre, que sea cuanto antes. Se acabó la contemporización».

Claro precedente, por tanto, del trumpismo que hoy ataca al movimiento Me too, a los actores Streep o De Niro, al «escuadrón» de diputadas demócratas, a Greta Thunberg o a todo aquel que ose llevarle la contraria.

Pre-fascismos, en ese jurásico político donde la evolución no ha llegado aún a la era de la libertad.