El gobierno PP-Cs en el Ayuntamiento de Zaragoza está comenzando a darse cuenta de que, pese a todos sus intentos, pese a las mentiras y la confrontación en estos años, ya no es tiempo de apelar a la herencia recibida, sino de asumir sus propias responsabilidades -y van ya, bastantes errores- en la gestión.

El gobierno lleva meses entonando un mantra de «ruina de las finanzas municipales», basado en una auditoría que no solo no ha apuntado nada nuevo, sino que, al final, se les ha vuelto en contra. La derecha también ha demostrado que el traspaso realizado por el Gobierno de Zaragoza en Común ha sido modélico y les ha dejado en herencia un ayuntamiento mucho más saneado de lo que lo estaba en 2015, con menos deuda y periodos de pago en mínimos históricos.

Así, pese a la kafkiana imputación de los 189 millones de la deuda del tranvía, comprobamos que no es necesario recurrir al Plan de Ajuste y, como se desprende de la contabilidad municipal, se constata que la tesorería municipal está mejor que nunca, con 90 millones en su haber y una capacidad de financiación cercana a los 100 millones.

Además, dado que el presupuesto de 2018 se encontraba prorrogado, antes de mayo se hizo una modificación sin parangón de 23 millones de euros para atender a las necesidades de las retribuciones legales del personal y de las ayudas a las entidades sociales que colaboran con el ayuntamiento. No hacerlo hubiera supuesto no pocos problemas a estas entidades, a la tarea que realizan, y posiblemente olas de indignación ciudadana a las que el nuevo gobierno hubiera tenido que hacer frente.

Existiendo una holgada capacidad para asumir gastos, lo lógico, lo serio y responsable desde el punto de vista de la buena gestión hubiera sido aprobar de forma urgente, -la Ley de Capitalidad permite hacerlo en apenas un mes- un presupuesto para 2019, aprovechando su mayoría plenaria. Por contra, las primeras decisiones del Gobierno fueron la de aumentar en 600.000 euros el gasto en sillones y altos cargos, y poner en marcha el rodillo de la especulación: pisos de Averly, Outlet de Pikolín... Lo plantean, además, haciendo caso omiso a las decisiones judiciales y volviendo a un modelo de desarrollo económico basado en el ladrillo, que no solo ha dado muestras de agotamiento en nuestro país, sino que ha supuesto graves efectos secundarios en forma de corrupción, endeudamiento, desahucios, etc.

Se paralizan las inversiones previstas, entre ellas medidas tendentes al aumento y la rehabilitación del parque público de viviendas, pese a las ventajosas condiciones del préstamo de 40 millones de euros que se consiguió del Banco Europeo de Inversiones.

Se asfixia a los proveedores y contratistas municipales, autónomos y pequeñas empresas, que prestan servicios o suministran bienes al ayuntamiento, viéndose duplicado el periodo medio de pago que ha pasado de 20 días a 43 sin existir ninguna razón para ello. De nuevo, las grandes contratas y empresas de la construcción están, para el gobierno de PP-Cs, muy por encima de las pequeñas y medianas empresas y autónomos.

Se aplican recortes a entidades sociales de Inserción, a la Economía Social, se elimina todo aquello que suena a Presupuestos Participativos. Se anuncia, eso sí, el aumento del billete del autobús, la supresión de arreglos de patios y obras de mejora en 16 colegios públicos, la paralización de los planes de cota cero, la ejecución de carriles bici y un largo etcétera.

Al mismo tiempo, renuncian a la redistribución del gasto público, y como prueba el proyecto de Ordenanzas Municipales que abandona los criterios de progresividad fiscal y del que, como siempre, los negocios y las rentas más altas salen claramente beneficiadas. ¡Hasta suben un 40% las tasas para acceder a un examen!

El mantra de la infradotación se desenmascarará muy pronto, cuando presenten su primer presupuesto. Ahí nos encontrarán y ahí las máscaras terminarán por caer: más beneficios para las grandes empresas y menos redistribución del gasto público en beneficio de la mayoría social.

Las mismas recetas del pasado siglo XX. Ya entonces no sirvieron, ahora tampoco. A este equipo de Gobierno, que ya deviene «viejo», le falta audacia, respuestas y le sobran excusas.

*Exalcalde de Zaragoza y portavoz de Zaragoza en Común