La noche del 28 de abril todos, hubiéramos votado lo que hubiéramos votado, nos acostamos convencidos de que tendríamos Gobierno y que sería de izquierdas. La mayoría creímos acabado el ciclo político de inestabilidad que comenzó con el resultado de las elecciones de diciembre de 2015 y nos llevó a la repetición electoral de 2016, a un Gobierno débil y en minoría del PP, a una moción de censura y a un Gobierno todavía más débil y en minoría del PSOE.

Lo preocupante de la situación no era la propia inestabilidad sino el bloqueo político que ha impedido aprovechar el crecimiento económico que, desde 2014, ha permitido recuperar la riqueza perdida durante la crisis, pero no modificar las políticas más negativas tomadas al calor de la recesión. En estos años no se han recuperado los derechos arrebatados ni se han deshecho las reformas que han dejado un país más desigual y con un grave problema de reparto de la riqueza.

Los problemas eran y son tan apremiantes que asistimos primero con preocupación y después con perplejidad a la falta de acuerdo para la investidura del presidente, haciendo imposible la conformación de un gobierno o al menos un acuerdo de legislatura. El fracaso fue un jarro de agua fría para quienes, como CCOO, apostamos por un gobierno estable sustentado por una mayoría progresista y veíamos como en comunidades autónomas como Aragón, sí se llegaba a acuerdos.

Si fundamentales eran las pasadas elecciones de abril, las del 10 de noviembre son más transcendentales porque la desaceleración se está instalando en nuestra economía, cuando aún hay millones de personas en situación de vulnerabilidad que no podrían aguantar una nueva crisis.

Ya en la pasada campaña electoral y lo reiteramos en esta, los sindicatos propusimos que se hablara de los problemas reales de la gente y queríamos compromisos para situar en el centro de la agenda política una agenda social que luche contra la desigualdad, que mejore la distribución de la riqueza y que reconstruya el contrato social, con una modificación sustancial de las reformas laborales y de pensiones.

Pedimos un compromiso que le dé el valor que le corresponde al diálogo social y la concertación con los agentes sociales, en la configuración de las políticas en materia sociolaboral y priorice políticas estratégicas que mejoren las condiciones de vida y de trabajo de la mayoría social.

Demandamos medidas para la creación de empleo estable y de calidad, para la lucha por la igualdad, para abordar los nuevos retos de la economía digital y para avanzar en las libertades y garantías democráticas.

La repetición electoral es un fracaso de nuestros políticos y mucha gente está indignada con el peligro de que esta decepción suponga un gran aumento de abstención. Pero dicho todo esto, prefiero ir a votar enfadado que sufrir durante cuatro años las consecuencias de no haber ido. Y profundizando más, prefiero que la solución al bloque político sea votar de nuevo a que no tengamos bloqueo porque de nuevo gobierne la derecha que nos niega derechos y nos propone más precariedad.

El voto en nuestro país no es una obligación es un derecho democrático conquistado con el sufrimiento de mucha gente, si no lo ejercemos estamos renunciando a nuestra capacidad de decisión en beneficio de los que sí lo hacen. No votando no castigamos a los políticos, sino que nos castigamos a nosotros mismos teniendo que soportar la elección de los demás.

En las elecciones del 10-N se vuelve a abrir una oportunidad para conseguir, de una vez por todas, un gobierno progresista que se comprometa con los cambios políticos, económicos y sociales que necesita nuestro país. Las clases populares son las que más necesitan este gobierno, ya que los que tienen poder y dinero pueden seguir acumulando riqueza si se mantienen las políticas que tanto les han favorecido.

Las trabajadoras y trabajadores, los y las jubiladas, las personas precarias y paradas, los y las estudiantes o quienes requieren de protección social, no pueden seguir esperando y la respuesta no puede ser la abstención. El problema real que nos afecta no es si se repiten o no las elecciones, sino que no se toman iniciativas políticas, legislativas o presupuestarias que coloquen a las personas como prioridad.

Nuestro voto es imprescindible para conseguir un país más justo, más solidario y más decente.

*Secretario General de CCOO Aragón