Corrían los primeros años de la década de los ochenta del siglo pasado. Francisco Gracia Aznar (ya fallecido) padre de Marta Gracia, alcaldesa de La Almunia de Doña Godina, ejercía como concejal de la oposición en el ayuntamiento de la localidad. Con su grupo organizó unas jornadas de conocimiento de la autonomía por las que pasaron todos consejeros del Gobierno de Aragón incluido su presidente Santiago Marraco. En aquel Gobierno Amador Ortiz era consejero de Urbanismo, Obras Públicas y Transportes y en su ponencia desarrolló proyectos sobre los que trabajaba su consejería.

En su exposición abundó sobre la importancia que supone para un territorio que las zonas rurales se desarrollen al mismo ritmo que las urbanas como garantía de un desarrollo sostenido en el tiempo y de esta forma evitar que las ciudades se conviertan en macrocefalias que absorben los recursos económicos y humanos desertizando el resto del territorio.

Olvidados de la política

En su proyecto desarrollaba una red de comunicaciones que unía las principales poblaciones con Zaragoza (lo que hoy son cabeceras de comarca) y estas localidades se unían entre sí con una vía de comunicación circular que, con Zaragoza en el centro, tenía el efecto de una rueda de bicicleta. Entendía el consejero que tender ese tipo de comunicaciones en todo Aragón serviría para desarrollar sinergias económicas en las zonas rurales que facilitarían que se produjeran inversiones para asentar la población y desarrollar los servicios que son la principal garantía para el mantenimiento de la misma en sus lugares de origen.

No quiero decir que ese proyecto hubiera resuelto del todo el problema pero han pasado más de treinta años y de él nunca más se supo. Seguro que duerme en algún cajón de la Administración autonómica mientras asistimos, no solo al debate de la España vacía, sino a la realidad de una España que ha sido vaciada por las políticas desarrolladas por los sucesivos gobiernos que no han tenido en cuenta la verdadera realidad del medio rural. Una realidad que como hemos visto en estas elecciones ha llevado a sus ciudadanos a constituirse en plataformas de defensa de sus intereses (Teruel Existe) y conseguir representación en el Parlamento español. A medida que ha pasado el tiempo hemos ido comprobando que las políticas estatales y autonómicas se han basado en términos de rentabilidad económica que no han sido beneficiosas para el Estado ni para los ciudadanos ya que un endeudamiento que supera el PIB es un lastre que ahora impide la asignación de recursos a las zonas más necesitadas, con el argumento de la tan traída y llevada rentabilidad, sin tener en cuenta que los derechos de los ciudadanos son iguales independientemente del territorio donde vivan.

No hace falta ser muy avezado para entender que en el medio rural mantener un colegio y sus maestros, los servicios de salud, el pequeño comercio, el fomento de la cultura al nivel de una ciudad es caro, pero cada día nos damos cuenta de las terribles consecuencias que el abandono de los territorios está produciendo en nuestra economía global, en el medioambiente y lo que es peor, en las personas que se ven obligadas a abandonar sus pueblos, sus tierras, sus familias y su historia en busca de una vida mejor.

El mercado manda

El medio rural ha sido abandonado a su suerte porque los gobiernos han facilitado un modelo basado en una economía especulativa que les lleva a su desaparición. Demasiadas veces estamos asistiendo a desastres naturales como incendios e inundaciones que tienen su origen en la falta de las inversiones necesarias para prevenir estos riesgos y que en el momento del suceso exigen cuantiosísimas inversiones que de haberse realizado antes hubieran evitado los daños y hubieran servido para asentar la población. El Estado en su conjunto ha dejado la iniciativa al mercado y el mercado solo invierte donde le salen las cuentas y de eso, aquellos ciudadanos que viven en las zonas más alejadas de Teruel, Huesca o Zaragoza no tienen ninguna culpa, eso sí, siguen amparados por los derechos que emanan de nuestra Constitución.

Vista la evolución que ha tenido y está teniendo el éxodo rural, hacen falta soluciones imaginativas y mucha inversión. El tiempo pasa inexorablemente y muy pronto será demasiado tarde. Demasiados ministerios, consejerías, asesores y gente entendida (en teoría) para conseguir tan poco.