Abril es sinónimo de primavera, luz, colores, y renacer de la vida. Por ello, fue icónica, en 1952, la proyección en los cines españoles, del musical April in París, de la recordada estrella Doris Day. En esos momentos de aislamiento de nuestro país en el escenario Occidental, a los siete años de la derrota final del fascismo nazi y del italiano, y bajo el escenario gris de la censura, y las limitaciones sociales, materiales y de libertades que sufría nuestro país, por la pobreza tras la guerra, y no recibir el plan Marshall por estar bajo una dictadura, (cercana desde 1936 al fascismo derrotado por los aliados) fue un cierto mensaje de que en democracia había libertad, justicia, bienestar y... hasta felicidad.

En el horizonte de los cincuenta, posteriormente a esta película, «primaveralmente musical», se firmó el Concordato con la Santa Sede, que tanta fuerza dio a la Iglesia en esos años y los posteriores, y cierta legitimidad al régimen, consolidado tras la visita del presidente Eisenhower y el pacto para las bases americanas en España. Ambos acuerdos dieron una cierta tolerancia, que no legitimidad a la dictadura de Franco, por su acendrado anticomunismo, y le permitió subsistir hasta 1975.

No podemos olvidar otro abril en nuestra Historia, 1931 y las elecciones municipales del 14 de abril, que produjeron la huida de Alfonso XIII, y el advenimiento de la II República, así como los prolegómenos del 18 de julio, la guerra incivil y la represión del pensamiento único.

Y ya en la presente actualidad, el pasado 28 de abril de 2019, se celebraron elecciones generales, con un resultado que dificultaba un Gobierno de la nación en solitario, en un país sin tradición en coaliciones y pactos en estos cuarenta años, tras la Constitución.

En estas mismas páginas, el 19 de abril publiqué un artículo de opinión, titulado El verano azul y la libreta, del que reproduzco un párrafo, que pienso fue claro y posiblemente, clarividente: «En este ambiente de crispación, descalificaciones entre los líderes políticos, e inestabilidad Institucional, ¿no seria mejor un PSOE socialdemócrata, como tuvimos con Felipe González, que nos reintrodujo en el mundo libre, con un Ciudadanos liberal y constitucionalista, que acuerdos como los que estableció Pedro Sánchez en la moción de censura del 2018, con el totum revolutum de populismos y secesionistas? Ni Rivera ni Sánchez lo hicieron posible.

Quizá en el margen de vanidad, que toda condición humana tiene, Rivera se equivocó totalmente, como siete meses después la realidad ha demostrado. Animado por encuestas y voceros, pensó (en la debilidad del PP de Casado), que podía convertirse en el futuro líder del centroderecha español.

Y tanto Rivera como Sánchez, o Sánchez y Rivera se equivocaron en el postabril.

Ignoraron los acuerdos suscritos por ambos en febrero del 2016, para un «Gobierno reformista y progresista», que era más concreto y ambicioso socialmente que los diez puntos del «Gobierno progresista y de coalición» presentado a la ciudadanía el pasado día 12 de noviembre, rubricado con bombo y platillo por Sánchez e Iglesias, después de perder 700.000 votantes y diez diputados. Donde paradójicamente y casi en la noche electoral, se han repartido cargos y sillones, antes que desarrollar un programa de legislatura, pues los diez puntos acordados, son más una declaración de intenciones que un programa de legislatura. Un programa al que para su aplicación y acuerdo del Congreso, para su entronización, le faltan 21 votos para la mayoría.

En otro orden, Rivera tras el 28 de abril, fue tibio, hizo virajes y no insistió en la coalición con el PSOE. Estos virajes y la ofuscación produjeron un abandono de muchos intelectuales y políticos embarcados en su proyecto. Arrimadas, tras haber obtenido la mayoría minoritaria en las elecciones al Parlament, fue brillante e incisiva contra Puigdemont y Torra, pero no tomó ninguna iniciativa política en dicha sede, se traslado al Congreso de los Diputados, y fue cundiendo desde abril hasta noviembre un cierto desencanto, y decepción, que la demoscopia captó y difundió y vino el gran batacazo del 10 de noviembre, de un político y un proyecto que pudo ser en su momento integrador para toda España, pues siendo catalán y desde la periferia, tenia el pedigrí de ser el político proverbial que necesitábamos, en coalición con la socialdemocracia.

Pedro Sánchez ha sido falaz al ocultar su decisión y convocar unas segundas elecciones, totalmente innecesarias. En Navarra, tras las autonómicas, fue capaz de pactar con PNV (Geroa Bai), y con los terroristas de Bildu, en vez de un acuerdo centrado.

Estas elecciones del 10 de noviembre eran con su pensamiento definido en Navarra, innecesarias, y la recomendación de sus fontaneros de que en el peor de los casos obtendría 14 escaños más, le ha llevado a 10 menos, y a escenificar, como Iglesias, un triunfo y una coaliciónque pudieron haber hecho unas semanas antes y con más fuerza y diputados.

Desde el PSOE, solo los antiguos líderes y la agrupación de jubilados, así como los presidentes de Castilla la Mancha, Aragón y Extremadura, expresan su disentimiento, ante el riesgo de que los votos que necesita, le lleven a concesiones a los secesionistas de ERC, PDECat, PNV, Bildu, y los antisistemas de la CUP. Ponderada mezcla de los votantes de la moción de censura, Pedralbes, el Tinell, y las cesiones feudales y forales que derivadas del carlismo, disfrutan vascos y navarros.

La debilidad de la Constitución del 78, en uno de los momentos mas sanguinarios de ETA, y el padre Arzalluz lo lograron.

Se abre el riesgo de que se sienten las bases de «una nación de naciones», y la reforma de la Constitución hacia un Estado confederal, que significaría pasar del reconocimiento de hechos diferenciales, y transferencias de competencias, a poder llegar a autodeterminaciones, y a que la corona (manejada totalmente en este viaje de Estado a Cuba, con visita a Raúl Castro, e ignorar a la disidencia, en un momento con Gobierno en funciones...), pueda ir pensando si la llamada princesa Leonor no haría mejor preparándose para unos estudios y formación para la sociedad civil que la nostalgia de un pasado que posiblemente no tendrá futuro ni continuidad.

Vox ha sido el receptor del voto del desencanto y del hastío. De la situación y de la violencia permanente en Cataluña. De la revuelta social tras la sentencia del procès. De los movimientos sociales y políticos que se captan en Euskadi y Navarra. De la respuesta a un Gobierno en funciones más de año y medio. De la desafección al PP. Del desierto que tendrán que atravesar, tras la moción de censura a Rajoy, porque fue de sangre tibia, y cuando un magistrado definió su testimonio como «no fiable», debió dimitir inmediatamente, pasar la responsabilidad institucional a Soraya Sáenz de Santamaría, y convocar inmediatamente elecciones generales, en vez de permitir que Sánchez, con el peor resultado de su historia, y 85 diputados, lograra en ese ínterin, y con la suma de populistas y secesionistas, dar un golpe y ocupar el sillón de la Moncloa.

Casado es prometedor pero no ilusiona. Quizá le falte peso especifico. Arrastra casos y escándalos de corrupción de la época de Rajoy, como Esperanza Aguirre, Ignacio González, Cristina Cifuentes, los casos de Mallorca, los de Valencia con Camps, Zaplana, y las conexiones con Urdangarin, etc, que exigirán tiempo y cuajo. Desde el 12 de noviembre está encerrado en Génova. En atención a su Partido, cuadros, afiliados y votantes, se esperaría una reacción y definición firme. El silencio en estos momentos es incapacidad y o debilidad.

Concluyo, en otoño, primaveralmente, al comprobar cómo la libertad de una iniciativa social en Teruel ha conseguido un acta en el Congreso de los Diputados, que llevará una voz y denuncias aragonesas al hemiciclo, donde tras mi primo Emilio Gastón primero, y José Antonio Labordeta después, el hermetismo de las cúpulas de los partidos ha impedido que haya voces que recuerden que Aragón, también existe.

Felicidades turolenses. Para vosotros mi próximo artículo, que conectará con uno que publiqué el 18 de septiembre del 2010, sobre el PEA, Partido Ecuménico Aragonés.

Nos divertiremos al recordarlo. H *Catedrático de Urología de la Universidad de Zaragoza