E ste hecho ha suscitado toda clase de comentarios y, también, de aceradas críticas, en mi opinión injustas, surgidas desde aquellos partidos que se han sentido perjudicados por la competencia electoral de Teruel Existe, esos partidos y esos dirigentes políticos que creían patrimonializar en beneficio propio unos escaños que, no lo olvidemos, han de ganarse (o revalidarse) en cada elección con arreglo a la coherencia de sus propuestas o la eficacia de la gestión de gobierno realizada.

Estas críticas no han entendido en toda su dimensión el hartazgo de buena parte de la ciudadanía turolense ante la frustración generada por la escasa atención que han recibido por parte de los sucesivos gobiernos de España, bien fueran estos del PP o del PSOE, ante unas justas demandas ansiadas durante tantos años. No han comprendido que Teruel Existe ha recogido ese hartazgo, esa frustración por las promesas incumplidas, captando así un voto transversal que, procedentes de diversas tendencias ideológicas, lo ha convertido en el voto de la ilusión y la esperanza de unas tierras que, frente a toda adversidad, luchan por un futuro digno.

En consecuencia, aunque la participación en nuestro sistema democrático se canaliza a través de los partidos políticos, en esta ocasión era un deber moral, un elemento regenerador, el que diese el salto a la política una candidatura novedosa como la presentada por la Plataforma Ciudadana Teruel Existe: aunque los partidos tradicionales lo han visto como un rival que les disputaba votos, otros lo hemos visto como una opción noble y sincera en defensa de los intereses de nuestra provincia, sin ninguna ambición personal que la desvirtuase. Por ello, el éxito de Teruel Existe no es fruto de un victimismo provinciano, de un catastrofismo plañidero que a nada conduce, sino la respuesta activa ante la desidia de los gobernantes hacia una provincia que, aunque cada vez más vaciada de población, con escaso peso político y muy pocos escaños a disputar, merece una atención urgente, un impulso a sus infraestructuras (ahí está el tema de la A-68, la A-40 o el trazado ferroviario) que le den esperanzas de futuro y que ponga fin a tantos agravios y promesas incumplidas.

Si hacemos un poco de historia veremos que las demandas actuales de Teruel Existe nos traen a la memoria los que supuso el movimiento regeneracionista de finales del siglo XIX, y es que más de un siglo más tarde, muchos de los problemas y demandas de entonces siguen estando, todavía, pendientes. Por ello, hemos de recordar que el Regeneracionismo decimonónico turolense está asociado a figuras de la talla de Domingo Gascón y Guimbao, Santiago Contel Marqués o Federico Andrés y Tornero. En todos estos casos hallamos a turolenses que, desde distintas ópticas políticas, desde el republicanismo posibilista de Gascón, al republicanismo federal de Contel o al incipiente regionalismo de Andrés y Tornero, coincidieron en una desconfianza evidente hacia los partidos políticos hegemónicos del llamado «turno pacífico», esto es, el Partido Conservador y el Partido Liberal, el equivalente de entonces del bipartidismo que ha regido la vida política española hasta fechas recientes. Es por ello que el Regeneracionismo turolense supuso, en la línea del pensamiento de Joaquín Costa, una crítica frontal al sistema oligárquico-caciquil que caracterizó la Restauración borbónica.

Teruel, la cenicienta

Dicho esto, hay que señalar que el regeneracionismo turolense tuvo como punto de partida la toma de conciencia del endémico atraso turolense, de la «postración» como entonces se decía, en la que se hallaba sumida la provincia. Domingo Gascón y Guimbao, en su célebre Miscelánea Turolense publicada entre 1891-1901, se hacía eco de esta dramática situación al señalar que, «la provincia de Teruel, tan rica por un don especial de la naturaleza en producciones de su suelo, como sistemáticamente abandonada, necesita más que otra región alguna el esfuerzo individual y colectivo de sus hijos para sacarla de la postración y abatimiento en que se halla sumida». Así se fue extendiendo la imagen de que Teruel era la cenicienta de las provincias españolas, tal y como denunciaba Pablo Feced en 1894 al aludir a ella como «la más olvidada y arrinconada de todas […] De Teruel nunca se oye aquí [en Madrid] nada, nunca se cuenta nada, nunca se lee nada. Parece en Madrid que en Teruel no hay gente». Esta misma idea la hallamos también en Santiago Contel el cual aludía en 1897 a la provincia de Teruel como «cenicienta de las españolas, la desheredada, la desatendida, la olvidada, la preterida siempre, para la que no llega nunca el reparto de los beneficios».

Esta penosa situación llevó a todos estos regeneracionistas a denunciar, una y otra vez, la falta de apoyo gubernamental para salir de tan endémica postración y, por ello, Federico Andrés y Tornero reprochaba en 1896 a los diputados y senadores de la provincia el que «no han querido o no han podido conseguir los recursos necesarios para sacar a Teruel de su dramática situación». Y es que todos los regeneracionistas turolenses tenían clara una idea: la responsabilidad de impulsar el progreso provincial correspondía a los turolenses conscientes y, por ello no confiaban demasiado en hipotéticas ayudas externas, que por otra parte nunca llegaban, tanto desde el Gobierno de Madrid como de las nulas iniciativas de los «partidos del turno» que usufructuaban alternativamente el poder.

Como principal causa de la postración turolense los regeneracionistas insistían, en primer lugar, en la falta de comunicaciones y medios de transporte adecuados, especialmente en el caso de los trazados ferroviarios, ya que a la altura de 1896 tan solo estaba en explotación el tramo Val de Zafán-Alcañiz y en construcción el Ferrocarril Central de Aragón Calatayud-Teruel-Valencia. Tal vez por ello, Federico Andrés se lamentaba de la infinidad de proyectos planteados sobre el papel que nunca se llevaban a cabo, pues «apenas habrá tantos en provincia alguna, pero de proyectos nunca pasan», lo cual achacaba a «la desdeñosa mirada de nuestros gobernantes».

Otras demandas regeneracionistas las recogía el alcañizano Santiago Contel, al que se dio en llamar «el Joaquín Costa bajoaragonés», impulsor del desarrollo minero provincial, al reclamar la realización de los pantanos de Santolea y Beceite, así como la construcción del ferrocarril transversal turolense, elemento esencial para vertebrar la provincia, el cual debía unir la capital provincial con Alcañiz, esto es, con el Bajo Aragón, además de, por supuesto reclamar la conclusión del trazado del Val de Zafán hasta San Carlos de la Rápita, propuestas estas que quedaron expuestas en la conocida como Asamblea Regionalista de Alcañiz celebrada el 24 de octubre de 1897.

Así las cosas, entonces como ahora, existía una sensación de agravio que sufría Teruel por parte de los poderes públicos y por ello los regeneracionistas eran conscientes de la responsabilidad moral del Estado para con las provincias pobres para hacer llegar su acción protectora a estas tierras olvidadas en demasía desde Madrid. En este sentido, Federico Andrés consideraba que las demandas turolenses eran no solo lógicas sino también legítimas desde el punto de vista de la justicia solidaria que se reclamaba al Estado para que, de este modo, se enmendase la indolencia de tantos gobiernos para con la provincia.

Un futuro para Teruel

Una vez hecho este repaso histórico y transcurrido ya más de un siglo desde entonces, cuando ahora tanto se habla de la España vaciada como consecuencia de la acelerada despoblación de provincias como Teruel, cuando siguen faltando comunicaciones desde siempre anheladas, cuando asistimos al final de las explotaciones mineras, del ciclo del carbón, la pregunta sigue siendo la misma que entonces: saber si Teruel y sus gentes pueden tener un futuro digno y si nosotros seremos capaces, cuando menos, de intentarlo. Para ello, resulta fundamental el articular la unidad de acción entre Teruel y el Bajo Aragón, superar suspicacias y desencuentros de otros tiempos y aunar las fuerzas e iniciativas de estos dos ejes principales de nuestra provincia y, en este sentido, el que Teruel Existe cuente con un senador alcañizano va en la línea correcta para defender unitariamente los intereses del conjunto de la provincia de Teruel. Por todo ello, hoy, Teruel Existe asume ese reto desde la representación lograda tras las elecciones y, al margen de cualquier discrepancia política e ideológica, merece nuestro respeto y confianza.