A Raquel la asesinaron. Le quitaron lo que más vale que es la vida. Y ahora amparándose en el derecho a la defensa deterioran su imagen. Conocí a Raquel, era mi frutera, la de mi barrio. Como sus compañeras hacía gala de una exquisita amabilidad. Le vi detalles estupendos como salir del mostrador para organizarle el carro de la compra a una señora muy mayor, de manera que las naranjas no aplastasen la uva. Era una profesional, una trabajadora con garbo y una mujer joven que merecía ser feliz. Amparándose en el derecho a la defensa del presunto asesino, escuché que llevaba tatuajes y piercing, que quería separarse del maltratador y reconstruir su vida, que si se gastaba el dinero en lo que ella quería… Bueno, y qué. Ninguna de estas conductas justifica que la matasen. No hay justificación para matar. Lo último que he oído es que el asesino sufrió «trastorno mental transitorio». Eso, señora letrada, no existe en Psicopatología. Es un invento de los abogados que no tienen más argumentos. El código ético debería especificar claramente que las víctimas siguen teniendo derecho a que se respete su honor y evitar así que puedan seguir siendo todavía más víctimas después de ser asesinadas. Hay que confiar en la Justicia para que ponga las cosas en su sitio. Parece que no estamos aprendiendo nada en relación a un drama: 1.027 mujeres asesinadas por violencia de género desde 2003, y a día de hoy, han asesinado a 52 mujeres. Más de 3.000 denuncias por violencia machista registradas por la Fiscalía de Zaragoza y 1.687 mujeres que necesitan de seguimiento policial. En el 1º semestre de 2019, llevamos ya en España 77.342 mujeres acreditadas como víctimas de violencia de género y se han emitido 23.171 órdenes de protección. Esto no se justifica acudiendo al truco del trastorno mental transitorio. Es una pandemia contra la que la ciudadanía se tiene que implicar y combatir. No será fácil porque el virus es poderoso y tiene cómplices que lo justifican y tratan de enmascararlo en las mismas instituciones democráticas.

*Profesor de universidad