La Facultad de Educación ofrece en su sede del campus de Zaragoza una exposición muy interesante sobre los cerca ya de dos siglos de existencia del oficio de maestro en España. La visito de la mano de su comisario, Enrique García, exdecano de la propia facultad y profundo conocedor de la tradición pedagógica, en sus ricas y complejas raíces, y de los problemas a los que en la actualidad deben enfrentarse profesores y alumnos (alrededor de 2.200, en la actualidad).

En las vitrinas de la muestra destaca un valioso ejemplar del Emilio de Rousseau, editado en 1820. No en vano el modelo francés influiría en los orígenes de la escuela española, a raíz, sobre todo, de la esperanza que significaron las Cortes de Cádiz. Otros tesoros bibliográficos que también pueden admirarse proceden de los archivos de la propia facultad y de la universidad. Abundan los manuales de Pedagogía, los mapas, maquetas y láminas educativas sobre el cerebro o el cuerpo humano, así como las referencias históricas al devenir de un país como hecho, o deshecho, a sobresaltos, golpes de estado, revoluciones que traían indefectiblamente consecuencias a la legislación y práctica educativas.

El franquismo, por desgracia, se cebó con los maestros.

Después de la guerra civil, y de los intentos de modernización pedagógica de la II República, todos ellos fueron expedientados. Bastaba un informe de un cura párroco o la delación de pertenencia a la Federación de la Enseñanza para que entraran en acción los mecanismos de la represión.

La Transición supuso una ventana de aire fresco y el comienzo de un camino que iría reuniendo a maestros y maestras (hasta entonces en centros separados para alumnos y alumnas), y modernizando asignaturas y conceptos hasta la tesitura actual.

Una exposición empañada por el vaho de la nostalgia, pero al mismo tiempo viva, pues vivos, muy vivos siguen los ejemplos de tantos de aquellos maestros que creyeron en un país culto, consagrado al conocimiento, a la investigación y a la enseñanza, y que se dejaron las horas, la piel, a veces la vida, por una utopía susceptible de transformar la realidad.