En su último dueto, Aznar y González, cuya relación parece más la propia de Tip y Coll que de los enconados rivales ideológicos que un día fueron o aparentaron ser, coincidieron en la opinión de que la sociedad española no se siente representada por sus gobernantes. No fue su caso, por supuesto, porque ambos creen que ellos sí contribuyeron a «mejorar» el país, cada uno en su momento. No se especifica si en la categoría de representados deben darse por aludidas las bases, los votantes o la ciudadanía en general. Lo que sí sabemos es que los aparatos orgánicos de cada partido han sido, son y probablemente seguirán siendo máquinas demoledoras, pese a las promesas de transparencia, palabra a la que no honran.

El invento o experimento de las primarias no salió bien en el PSOE cuando concurrieron Almunia y Borrell, y peor cuando Pedro Sánchez, contra pronóstico, recuperó el poder que estaba destinado a Susana Díaz, con el propio Felipe entre los padrinos de la operación. Este es, por ahora, el mayor logro de Sánchez, amén de haber cerrado más y mejor su control sobre el partido, por aquello del gato escaldado.

Mientras, otras formaciones tampoco han querido quedarse atrás en cuanto a modernidad, pero los resultados no pueden ser más decepcionantes. Esta primavera va a ser propicia para primarias y refrendos, aunque pueda saltar, más adelante, alguna sorpresa. No será, claro, en la renovación interna de Cs. La pugna entre Arrimadas, presidenta de una gestora que tanto se ha alargado en el tiempo, e Igea es enormemente desigual. Ojo porque la primera quiere hacer prometer al aspirante que tras el resultado no irá criticando la democracia interna de los naranjas.

Como de un partido de izquierdas se espera que sepa gestionar la pluralidad, más incomprensible es la actitud de Podemos, o de Iglesias, si es que no son lo mismo, en vísperas de su III Asamblea Ciudadana, en la que no quieren tener los sobresaltos de la anterior. Después del resultado de sus primarias en Euskadi y el fulminante cese inexplicado de Escartín en Aragón, se puede entender mejor la rápida huida hacia Adelante de Teresa Rodríguez en Andalucía.

En el PP, el momento llegará en abril, tras las elecciones gallegas. Pablo Casado, ese líder un día moderado y tres reaccionario que surgió de una coalición de perdedores en unas peculiares primarias, se prepara para adjudicarse una victoria que, con Feijóo por el medio, tampoco será suya. H *Periodista