Lo tengo agotado. No me separo de él. Siempre a mano. En estos días en los que mantenerse informado, (muchas gracias al buen periodismo) es fundamental, el mando a distancia se revela como algo imprescindible. De no existir acabaría conectando la tv solo para ver alguna serie o películas en plataformas de pago. Por recomendación médica tengo que tener cuidado con mi tensión arterial y para que no me suba en exceso, el mando a distancia es más terapéutico que el Aprobel y el Barnix que mi médica me recetó hace ya unos años. Me explico: cuando aparecen determinados tertulianos en pantalla, cuando entrevistan a algunos políticos ventajistas, cuando intuyo estupideces, intentos de deslegitimar a los científicos y a los políticos que están dirigiendo lo mejor que saben y pueden, la acción contra la pandemia, antes de que me cabree con el consiguiente peligro, toco la tecla correspondiente y solucionado.

A veces pienso que el mando ya está prevenido y conociendo mis gustos, hasta se me adelanta y cambia de canal. Con mi periódico preferido es fácil, simplemente leo el titular y paso olímpicamente, seleccionando lo que quiero leer y lo que no. Lo mismo con los digitales y con la radio. Por supuesto que hay cabeceras que mi médica me prohibiría visitar y columnistas de los que paso como de la peste, o del virus, mejor dicho.

Tengo seleccionada mi cadena favorita y aun así, cuando aparecen determinados tertulianos, apago. Y usted, respetado lector, haga lo mismo. Si le molesta mi defensa de lo público, mi convencimiento de la importancia del Estado de Bienestar, del propio Estado, como responsable de construir solidaridad, igualdad y Justicia Social, hágame caso, no me lea. No sea que le suba la tensión arterial, se debilite su sistema inmunológico y le ataque el virus. A mí no me eche las culpas. Cuídese.

*Profesor Universidad