Los años bisiestos, cuyo nombre proviene del latín bis sextus (dos veces sexto), empiezan a tener su lugar en el calendario en tiempos de Julio César. Se ubicó, en aquel tiempo, en el 24 de febrero, el mes de los muertos. Parece que desde entonces ha venido dando mala fama a su papel, quizás por superstición, pero como ejemplo veamos que en la actualidad murieron asesinados Gandhi, Lennon, Luther King y además se hundió el Titanic.

Este año 2020 es bisiesto y lo que ha sucedido, en el antedicho mes de los muertos de los romanos, es que nos ha visitado la famosa pandemia COVID-19, el coronavirus. Este está poniendo el mundo en una situación más que lamentable. Nos está demostrando cómo, ante situaciones de este tipo, la especie humana está indefensa. Juega con nosotros en la peor de las partidas y lo único que podemos hacer es ir detrás de sus acontecimientos.

Como si de una obra de teatro se tratase estamos todos los actores que participamos en la misma, incluido el propio coronavirus que es como el fantasma que no nos deja vivir ni descansar. En esta obra, cada uno con su papel correspondiente, iniciamos la puesta en escena:

Los científicos se dedican y esfuerzan en buscar una solución a este drama y seguro que la encontrarán, pero será para que no vuelva a pasar este tipo de ataque que nos está dejando indefensos como a niños pequeños.

Los dirigentes políticos se afanan en poner barreras y trincheras para que los perjuicios y víctimas sean los menos posibles. Hacen normas de cómo cambiar nuestras costumbres, dedican dinero para ayudar a los necesitados y esperan que los daños sean mínimos.

Los medios de comunicación nos informan, de forma permanente, de cómo va evolucionando el problema, y lo lejos o cerca que ya estamos de la salida final, bien es verdad que esa información se transforma en ocasiones en noticias que les pongan en primer nivel frente al resto de los medios.

Los profesionales de la sanidad, de las fuerzas de seguridad del estado y de las fuerzas armadas y todos los que cubren los servicios esenciales en nuestras vidas, hacen que tengamos un buen nivel de normalidad, dentro de lo anormal del momento.

Los ciudadanos, confinados en nuestros domicilios porque es la forma en la que participamos para combatir la pandemia, pero que sin lugar a duda es un buen sacrificio al que no estábamos acostumbrados, demostramos que somos una sociedad responsable.

Hasta aquí los actores, ahora lo que debemos conseguir es que esta sea una obra con final feliz, porque no hay otra posibilidad, o se hunde el teatro (y eso no es posible, pues tiene muchos años y ha resistido todo tipo de obras, peores que esta, sin duda) o salimos a flote.

Pero vayamos a lo importante, porque la obra siempre tiene una duración, cuando caiga el telón y salgamos a la calle de la vida, deberemos ser capaces de sacar conclusiones de lo vivido, de lo contrario estaremos en peligro de verla repetida y no es lo más adecuado para nosotros ni para nuestras siguientes generaciones, que siempre deben heredar el conocimiento que la actual deja para ellas.

Pues bien, con independencia del propio coronavirus, que tendrá la escasa vida que sea, porque al final acabaremos con él, deberemos entender que estamos y vivimos en una sociedad que no es de vecinos que no se hablan. Es necesario que entendamos como todos y cada uno de nosotros somos complemento obligado en esta casa común que nos ha tocado vivir; que siempre hay grupos más necesitados que otros y siempre será obligación moral de que los segundos ayuden a los primeros; que tenemos que cuidar el espacio donde estamos, la naturaleza, pues en la medida que la tengamos con nosotros ella también colaborará a una vida más placentera para todo el mundo.

En definitiva, entendamos que somos individuos que contribuyen a que el modelo de sociedad sea completo, cada uno con su propia función que, aunque parezca mínima toda tiene su necesario papel. No debemos dejarlo con sobrantes, pues eso da como resultado una mala conciencia de lo que es nuestra responsabilidad del espacio de vida que se nos ha regalado.

Hagamos de este episodio, de esta obra, un aprendizaje del que salgamos satisfechos, no en balde habremos pagado una cara entrada a la función: un montón de vidas desaparecidas y otras desfiguradas por las consecuencias económicas arrastradas. Así que trabajemos para acabar pronto con este “puto virus”, pero hagámoslo todos juntos. Y ya que lo estamos, no nos separemos.