El circo del fútbol profesional es la expresión más mundana del capitalismo agresivo y el sistema de globalización actual. Solo así se explica que futbolistas como Ronaldo o Messi, por poner un ejemplo, tenga unos ingresos mayores que el presupuesto anual de muchos centros de investigación punteros en nuestro país. Obviamente, si ganan tanto es porque generan todavía mucho más beneficio, independientemente de la relevancia efectiva que dicho beneficio pueda tener en la sociedad. Esto nos lleva a un ejercicio de relativismo. ¿Cuán importante es la labor que desarrollan nuestros científicos y personal sanitario con un impacto directo y real en nuestra salud y bienestar social? Parecería que más bien poca, a tenor de los exiguos medios y salarios con los que se compensa desde el sistema público su dedicación.

Ha hecho falta una pandemia de proporciones nunca vistas en el llamado «mundo desarrollado» para ser conscientes de la fragilidad de nuestro sistema y empezar a poner las cosas en perspectiva. Y aún así, dentro del famoso paquete de medidas de casi 200.000 millones de euros que el Gobierno anunció hace unas semanas, solamente 30 iban destinados a la investigación científica para la emergencia del coronavirus. Y digo emergencia porque no se plantean, de momento, otras medidas de fortalecimiento estructural del sistema científico. Lo irónico es que con un mínimo acto de solidaridad del capitalismo global en todos sus niveles, un 0,0001 del PIB mundial, se arreglaba el problema estructural de la ciencia española, y mundial.

Ayudarnos es ayudarse

Y hablando de solidaridad, o más bien dicho, de solidaridad selectiva, hemos aprendido en nuestras propias carnes lo que significa ser ignorados. A pesar de los últimos acuerdos de mínimos en la UE, los países nórdicos renuncian a ser solidarios con el sur de Europa en una demostración del egoísmo nacionalista imperante, en un ejercicio corto de miras lamentable. Por simplificar mucho la situación, ¿quién les comprará sus tulipanes si nuestra economía colapsa? No se dan cuenta de que ayudarnos es ayudarse a ellos mismos.

Pero acaso, ¿no es esto lo que estábamos ya haciendo nosotros con el mal llamado mundo sub-desarrollado? Llevamos décadas conviviendo con tres pandemias: VIH, tuberculosis y malaria, que devastan los sistemas sanitarios de muchos países y su capacidad de desarrollo social. ¿Os imagináis que la situación actual que vivimos se extendiera durante décadas? Ante la desesperación, la falta de empleo y oportunidades de progresión social, ¿no os platearíais emigrar en busca de un futuro mejor? Esto es precisamente lo que lleva ocurriendo en muchos países del mundo, afectados por estas pandemias, y lo que nosotros llevamos décadas haciendo, ignorar su situación, vivir en nuestro mundo y hacer cada vez muros más grandes en las fronteras. Todavía no nos damos cuenta que ayudarles a ellos es ayudarnos a nosotros. La pobreza es un círculo vicioso del que es muy difícil salir pero muy fácil caer, basta una pandemia.

Irónicamente, la Viagra puede ayudar a encontrar nuevos tratamientos para el covid-19, o más bien dicho, el concepto que la Viagra representa. El compuesto activo de la Viagra, sildenafilo, fue inicialmente desarrollado para tratar afecciones cardiacas. Llegó hasta fase de ensayos clínicos pero no cumplió las expectativas. Sin embargo, analizando los datos clínicos se notó un efecto secundario muy particular, y el resto es historia... Este proceso se llama reposicionamiento de fármacos, es decir, el uso de medicamentos ya aprobados para uso en humanos para los cuales se descubre una nueva utilidad.

En la lucha farmacológica contra el covid-19 todos los esfuerzos se han centrado en esta dirección. Los más prometedores vienen de estudios previos con otros virus como el del SARS (hydroxycloroquina, un anti-malárico desarrollado por los nazis), Ébola (remdesivir) o de otras enfermedades como la artritis reumatoide (tocilizumab) o incluso de vacunas que tienen más de un siglo de vida (BGC, la vacuna contra la tuberculosis). Sin embargo, la cura mágica no existe, todos estos estudios hay que tomarlos con mucha cautela y esperar a que ensayos clínicos con todas las garantías demuestren su eficacia. Hay que evitar crear expectativas falsas y sobredimensionar los descubrimientos.

Compromiso

Todo esto demuestra que acordarse de Santa Bárbara cuando truena es una actitud catastrófica. No solamente son los descubrimientos de nuevas vacunas y fármacos importantes, sino el capital humano capaz de desarrollarlos, responder y adaptarse a situaciones de emergencia. Algo de lo que estamos adoleciendo actualmente debido a los continuos recortes y ninguneos históricamente sufridos en España por la sanidad pública y la comunidad científica. Necesitamos el compromiso de toda la sociedad: políticos, estamentos financieros tanto públicos como privados, de los medios de comunicación y de la población en general para apoyar y desarrollar no solo fármacos o vacunas sino una cultura científica pública, robusta y estructural en nuestro país. Si el refrán de no hay mal que por bien no venga es macabro de aplicar en este situación, que al menos sirva para reflexionar y remover conciencias, para un antes y un después del covid-19. Los niños deberían soñar con ser científicos, no futbolistas.