En política, y sobre todo en una crisis como esta, se puede optar por colaborar anteponiendo el afán constructivo y colectivo, o se puede agitar el árbol identificando culpables con el objetivo de tapar todo lo demás, y en particular las carencias propias. No se trata de dos alternativas completamente excluyentes, como en todo hay grados, pero en el fondo sí revelan el punto de partida y por tanto el verdadero fin que se persigue. De lo segundo no hay mejor modelo que Donald Trump, no solo ahora por la irresponsable amenaza de retirar los fondos de su país a la OMS en pleno drama sanitario mundial, sino porque su discurso, desde que fue candidato, se basa en la provocación continua, las afirmaciones falsas y la barra libre de bulos por redes sociales, priorizando la repercusión indiscriminada antes que la verdad. Y todo ello, aderezado con una actitud agresiva y desagradable solo propia del personaje de Lee Marvin en 'El hombre que mató a Liberty Valance',

Su inesperado pero exitoso modus operandi ha calado en Europa, también en España, como modelo a replicar o imitar, aunque sea en versión de juguete. Ahí están por ejemplo Casado, Abascal y viceversa, y esa incapacidad para discernir una improvisación del Gobierno en un momento más que crítico para la sociedad y economía españolas de un error de bulto, que no faltan (¡qué grande Marlaska diciendo que el Ejecutivo no tiene motivos para arrepentirse de nada y matizando nueve días después con ese lacónico: «lo pudimos hacer mejor»!). Todo lo mezclan con tal de arrancar el aplauso de los suyos. Siguiendo con el cine, ambos están más cerca de Pajares y Esteso que de dos líderes que deben transmitir responsabilidad en una etapa como esta.

Como de la ultraderecha ya poco sorprende, llama especialmente la atención la intermitencia del presidente del PP (no tanto la de otros de sus dirigentes autonómicos) y su obsesión con el tiempo, solo digna del Conejo Blanco ideado por Lewis Carroll, ya que tan pronto apremia como dilata su implicación en unos (supuestamente) actualizables Pactos de la Moncloa.

De la otra pata de la mesa del trifachito ya no queda mucho. Apenas la inercia de un buen número de nóminas que cobrar cada mes hasta que la aparente broma de Cs llegue definitivamente a su fin. Y poco más. El espejo de UPD y la alargada sombra de Rosa Díez aparecen allí donde Arrimadas y los suyos tratan de volver a edificar lo que pudo haber sido y no fue.

*Periodista