El estado de alarma está suponiendo un vuelco general, un indigesto paréntesis que ha pinchado el globo de aparente calma que esta sociedad creía tener. Nada vale lo mismo, empezando por el dinero y acabando por la salud. Las crisis nos abocan a crear nuevos modelos contra las adversidades. La única respuesta correcta es la importancia de las personas, exactamente de todas por igual. En esta fase de lucha contra la muerte, y en las no menos duras que se avecinan, nuestras armas han de ser la humildad, la ilusión, el ingenio y la innovación porque con los planteamientos anteriores hemos visto dónde estamos.

Nuestros políticos, gobierno y oposición, deben huir de los mensajes fáciles y vacíos; han de ser ejemplares en hechos (más que grandilocuentes oradores para su público) y, sobre todo, deben abstenerse de intentar enfrentarnos creando buenos y malos a su antojo. El engaño es una bajeza solo superable por la manipulación, que lo convierte en deleznable.

Llevamos nueve pesadas semanas acumulando nudos de lágrimas en la garganta, despidiendo para siempre a seres queridos en el más completo, total y absoluto silencio…y alegrándonos por cada enfermo que los sanitarios logran arrebatar, con ahínco, de las garras de la muerte.

Una sociedad que necesita con angustia miles de héroes no funciona bien. Lo importante no es generarlos sino ser conscientes de que siempre estuvieron porque los verdaderos profesionales son responsables y aman el trabajo bien hecho. Por eso hemos visto los hospitales tan saturados de urgencias como llenos de entrega. Allí se ha construido el presente de estos meses con energía unas veces, con esperanza otras y con valentía siempre.

Pocas veces se nos ha mostrado la vertiente del futuro, marcada por una educación que ha habido que improvisar a marchas forzadas desde las casas de profesores y alumnos.

Puedo asegurar que se ha intentado ofrecer una respuesta acorde con esta diferente y rara normalidad escolar, pedagógicamente revolucionaria, a la que no estaba acostumbrada ni la gente, ni la tecnología que debe soportarlo.

A pesar de ello, la inmensa mayoría responde con generosidad y entrega, sin importar horarios y pensando siempre en lo mejor para el alumnado, especialmente aquellos con más problemas. Hubo que pasar de cero a cien en un fin de semana y se ha hecho en silencio, desde la mesa del salón y poniendo cada uno su equipo.

Por eso no entendemos las declaraciones de la administración sobre evaluación, fin de clases, inclusión… que dan sensación de limitarse a lanzar globos sonda destinados a llenar titulares más que a buscar soluciones reales. Los profesionales necesitamos concreciones pero encontramos una idea y en pocas líneas la contraria.

A estas alturas de COVID teníamos que haber aprendido a mimar a quienes nos cuidan. Es esencial proteger a las personas en quienes depositamos la salud y los hijos, los bienes más preciados. Doloroso ha sido ver a nuestros sanitarios con batas de bolsas de basura, confeccionadas en casa sobre la marcha… pero patético resultaría observar a un grupo de pequeños atendidos por una profesora de Infantil sin protección o que fuera deficiente.

Plantearse que esto ocurra setenta días después de arrancado el estado de alarma ya sería para poner el grito en el cielo.

Solo en Aragón trabajan unos 15.000 docentes a los que debemos sumar las numerosas personas de administración y servicios por lo que o conseguimos al menos mascarillas, guantes y gel para todos (y para todos los días) o será un milagro mantener abierto, sea la fecha que sea.

A la vuelta de la compra en estos meses nos hemos empleado a fondo desinfectando el paquete de jamón o la botella de leche que entraba en casa en un ejercicio responsable para evitar la propagación de la maldita enfermedad. Habiendo actuado así, abro una serie de preguntas para que cada lector reflexione.

¿Qué medidas de higiene habría que tomar, en beneficio del menor, en el caso de la entrada al centro? ¿Qué exigirían las familias al fin de la jornada ante la vuelta a casa? ¿Qué posibilidad real tienen los profesores de Infantil o de Especial (los mejores y más vocacionados del sistema) de no contagiarse? Si caen, ¿los sustituimos de un día para otro para que concilien las familias o le asignamos su clase a otro compañero y que lleve dos? Por cierto, ¿qué hacemos cuando haya un niño en clase con algo tan normal como mocos, tos o fiebre?… ¿ponemos a todos en cuarentena por si acaso o no le damos importancia?

El refranero es muy sabio y dice que una cosa es predicar y otra dar trigo. No se puede exigir aquello para lo que una sociedad no está preparada de momento. Por si alguien no lo sabía, hemos recibido una bofetada enorme en nuestra línea de flotación de la que solo nos recuperaremos si vamos juntos y a una, algo a lo que en España somos poco dados.

Por eso, no vale con tener en cuenta a la mayoría adoptando medidas para otros como yo. Es hora de pensar, legislar y dotar igual al conjunto de ciudadanos. Si lo entendemos, puede ser el momento del despegue.

En anteriores artículos, antes de convertirse en un slogan televisivo, escribí que somos un país de gente maravillosa. Por favor, que además seamos sensatos y humanos en la gestión transparente de esta crisis de la que no me cabe duda que vamos a salir mucho, mucho más fortalecidos. Ánimo.

*Fsie en Huesca. Secretario general