Puesto que los historiadores españoles, de monográfica mentalidad, parecen incapaces de explicarnos qué es España, cuándo nació, si es monárquica o republicana, retrógrada o ilustrada, creyente o atea, una o plural, europea o latina, conviene consultar el análisis de algún historiador extranjero, cuya distancia invite a contemplar nuestro pasado con otra y supuesta objetividad. Una curiosa mirada histórica sobre España nos la enfocó Karl Marx. El autor de El Capital trabajaba para un periódico norteamericano, el New York Daily Tribune, cuando estalló la Vicalvarada y recibió el encargo de escribir sobre política española, a fin de informar a la opinión pública estadounidense sobre posibles afectaciones en las colonias. Marx firmó 27 artículos entre 1854 y 1857, dedicados a la bien o mal llamada revolución liberal española. Comienza Marx analizando la Guerra de la Independencia y la resistencia popular contra la invasión napoleónica en términos antirrevolucionarios. La “santa religión” frente al “ateísmofrances”, Fernando VII contra Pepe Botella; las viejas instituciones, costumbres y leyes frente a las novedades de la Revolución francesa... Cosa bien distinta serían el milagro de las Juntas, cada una con gobierno y ejército propio. La de Sevilla proclamaba en 1809: “Un despotismo degenerado y caduco preparó el camino a la tiranía francesa. Dejar sucumbir el Estado en los viejos abusos sería un crimen tan monstruoso como entregarlo a Bonaparte”. Las Cortes de Cádiz, cuya Constitución sí contenía elementos revolucionarios, como el sufragio universal, abrió una página muy distinta, que Marx analiza en fondo y forma (mostrándose crítico con el protocolo es- pañol, tan arcaico y cortesano) así como con el papel de líderes como Jovellanos o Floridablanca. Respecto a qué era España, Marx remite a las palabras del noble Urquijo: “España es un edificio gótico compuesto de trozos heterogéneos con tantos gobiernos, privilegios, leyes y costumbres como provincias. No tiene nada de lo que en Europa se llama espíritu público. Estas razones impedirán siempre que se establezca un poder central lo suficiente sólido como para unir a todas las fuerzas nacionales”.

¿Premonitorio?