La religión es el opio del pueblo. Lo dijo Marx hace dos siglos, pero hoy, en esta era coronavírica, sigue vigente. Nuestros dirigentes políticos, conscientes de que la fórmula funciona, han redoblado los esfuerzos por dotar de nuevo contenido y formato, a esa vieja forma alienadora de control y manejo de la ciudadanía, empleando las mismas herramientas: la desinformación, la mentira, el amedrentamiento, el miedo. A los datos me remito. Aragón, fase 2 flexibilizada para Zaragoza y Huesca, mascarilla 24 horas en todos los espacios: cerrados, abiertos y si se descuidan hasta en su propia cama. Ayer, comunicación de urgencia: Zaragoza sitiada. «No salgan de la ciudad ni de una zona de influencia, no es confinamiento» sino «llamamiento a la responsabilidad ciudadana ante el importante incremento de casos detectados en la capital». «Que tampoco entre nadie». Déjense de eufemismos, mis santos Repollés y Falo. La que están liando. 272 de los 580 casos de coronavirus notificados en España son nuestros, 175 en Zaragoza capital. En una ciudad, con 968.000 habitantes, las cifras son irrisorias, y más si «los datos son buenos», como asegura Falo, pues «hay control epidemológico, no hay más ingresos de UCI, y no hay estrés sanitario». ¿Por qué entonces tanto control?, ¿no será que quieren apuntarse un tanto y darle gusto (mascarillas opio) a la población? En uno de los últimos estudios del CIS, 6 de cada 10 españoles, opinaban que según la evolución actual de la pandemia tendrían que adoptarse medidas de control y aislamiento más exigentes. ¿Estamos entonces ante una maniobra política-electoral, un ejercicio de desinformación, de amedrentamiento, o acaso ante una gran mentira? Piensen mal y acertarán.