Europa, a medio gas. El Parlamento pide dos billones y consigue menos de la mitad. España aspira a recibir 240.000 millones y obtiene poco más de la mitad. Espera que estos sean incondicionados... y lo son solo la mitad. Y a casa felices, en clave interna, mostrando el éxito de su mitad: todo conseguido a medias. No se logra quitar el freno y poner fin a los vetos potenciales de los estados, pero se consigue por vez primera un endeudamiento conjunto. Contentos, sin embargo, porque tras cuatro noches, los participantes ya se temían lo peor de este continuo to be or not to be europeo. Fin del episodio.

AHORA TOCA invertir para tapar agujeros: de la sanidad, lo primero, ahogadas como están las comunidades. Respirarán los financiadores de los ertes y los responsables de las áreas más sociales. Y a trabajar desde los diferentes ministerios para obtener aquellas ayudas condicionadas que exigen «verde y digital». Y aquí no hay garantía de cuota estatal ni autonómica: se trata de levantar buenos proyectos para reestructurar, sustituir y transitar hacia una economía no solo sostenible, sino también más solvente para afrontar los nuevos retos.

EL GOBIERNO respira: masilla por aquí y algo de cemento por allá. Respirarán las bolsas: ahora ya puede decir el presidente Pedro Sánchez que si no satisface lo pactado con su socio Pablo Iglesias es porque Europa no le deja. Sánchez está contento: todo lo alternativo era, sin duda, peor para él. Entremedio de lo que funciona a medias: cuatro días de disputas con erosión argumental entre mandatarios, creación de bloques, descalificaciones y un futuro de suspicacias de una Europa polifónica que por primera vez reparte dinero propio (de su endeudamiento) y no de las transferencias estatales (cheques positivos y negativos). Y es que cuando pones pasta de tu parte, ciertamente es comprensible que quieras saber en qué se lo gasta tu vecino. Se confirma, pues, que la construcción europea no consigue edificar aún una casa común.