Se preveía que el otoño podría traer una segunda ola de un coronavirus del que se sigue conociendo poco más allá de que está condicionando la vida de los ciudadanos de todo el planeta hasta unas dimensiones aún desconocidas. Sin embargo, pocos podían intuir que esa oleada se adelantaría y comenzaría a despuntar en plenos meses de verano. Así lo admitió ayer el Ministerio de Sanidad, y así parecen corroborarlo los pésimos datos epidemiológicos que se conocen a diario. Un mazazo para todos que obliga a incrementar las medidas preventivas y, si es necesario, y ante la escasa efectividad y cumplimiento de las recomendaciones de las autoridades sanitarias, tomar decisiones más contundentes.

De momento, Aragón sigue arrojando datos preocupantes. Los 422 casos notificados ayer volvieron a ser casi la mitad de los de toda España, y si se suman a los de los últimos días, se rozan los dos mil contagios. Una cifra que invita a la reflexión colectiva y que ha obligado a endurecer un poco más las medidas en cuatro comarcas aragonesas: la de Zaragoza y su área metropolitana, Bajo Cinca y Bajo Aragón-Caspe y una más que hasta ahora estaba libre de restricciones: Los Monegros. Todas ellas pasarán a hora a una fase 2 con restricciones especialmente en el ocio nocturno. Se prohíbe el botellón, las peñas y se marca un horario de cierre para bares y terrazas que deberán bajar la persiana a la medianoche. No se limita la movilidad, si bien se recomienda encarecidamente a la ciudadanía que no se salga si no es imprescindible y necesario.

Esta recomendación se debería tomar como imperativa, como muestra de civismo y responsabilidad ciudadana. Porque siempre es preferible demostrar esa madurez individual que acabar asumiendo las limitaciones de manera forzosa y bajo advertencias sancionadoras y medidas coercitivas impuestas por las autoridades. En cualquier caso, de seguir esta curva en aumento, y tras detectarse que muchos ciudadanos no renuncian a salir fuera con el riesgo que ello conlleva a la hora de transmitir el coronavirus (y más cuando una gran mayoría de contagiados no presentan síntomas, con lo que el riesgo de propagación es mayor), no le debería temblar el pulso al Gobierno de Aragón de tomar medidas más duras. Por dolorosas que estas sean, ya que la salud debe ser el criterio principal y anteponerse a cualquier otro. Aunque se descarta por el momento el confinamiento perimetral, la irresponsabilidad de aquellas personas que son incapaces de atender las recomendaciones y sacrificar unos días su ocio por mucho que esto suponga un grave riesgo para la salud pública, el Gobierno de Aragón debería tener en cuenta medidas más restrictivas y duras, aunque estas sean dolorosas. Cierto es que la economía, especialmente la hostelería, está sufriendo de forma desproporcionada e injusta la crisis económica derivada del covid, pero ahora la emergencia es salvar la salud. Posteriormente, habrá que ayudar a estos colectivos tan castigados.

Aragón está realizando numerosas pruebas para detectar el coronavirus, ayer mismo 3.000. Esto indica que se está tomando muy en serio la dimensión del problema porque a mayor muestreo, mayor capacidad de detectar posibles brotes. Pero a su vez demuestra que existe transmisión comunitaria y eso obliga a tomar medidas contundentes. Porque, como ayer mismo indicó la consejera de Sanidad, Sira Repollés , las que se están tomando no están frenando el avance del virus.