Si usted está leyendo tranquilamente este artículo ahora, posiblemente esté disfrutando de su zona de confort. Así que mueva el culo y haga algo productivo. Disculpe el tono, pero quiero que sea feliz por muy a gusto que esté con esta lectura. Seguro que algo de esto le suena o le han contado. Forma parte de la llamada psicología positiva que nos satura con bonitas frases de motivación y llena las bibliotecas de libros de autoayuda. Todos ellos tan vacíos como el celofán que envuelve los falsos consejos de superación. No contentos con pedirnos que hagamos lo imposible, y persigamos nuestros sueños hasta que se conviertan en pesadillas, ahora nos quieren demostrar que si estamos relativamente a gusto y tranquilos, es que nos hemos acomodado en la seguridad de nuestro confort. Y eso no puede ser. La habilidad de este tipo de enfoques es que siempre deja la responsabilidad de lo que ocurra en manos de quienes necesitan ayuda y no de quienes deben aportar soluciones. De esta forma jamás me equivocaré con mis pacientes como profesional de la psicología. Siempre serán ellos y ellas los que no habrán hecho lo suficiente, ni habrán sido todo lo positivos que debieran. Este tipo de mensajes intenta ahormar nuestro comportamiento personal y social a las nuevas condiciones de vida y de trabajo en las que nos desenvolvemos. De este modo ni el sistema ni el entorno son responsables de lo que pasa. Todo se debe a su escaso nivel de sonrisa y positivismo. Es la teoría ideal del capitalismo y neoliberalismo, en materia mental, que nos impone la autoexplotación, sin complejos. Si encima es usted un comodón que ha convertido su zona de confort en un sofá placentero, sepa que es un fracasado. Feliz, pero fracasado al fin y al cabo. Vivir con un grado de control del riesgo no significa mantenerse en la rutina. Disfrutar de la monotonía del día a día, saboreando la normalidad, no tiene nada que ver con apoltronar nuestra existencia. El confort se construye con esfuerzo permanente. Es un camino que nos permite disfrutar de la meta a cada paso que damos. Valoramos opciones, escogemos alternativas y disfrutamos y sufrimos sabiendo lo que depende de nosotros y lo que no está en nuestras manos. Nuestro confort es el equilibrio de la realidad con el control que tenemos de la misma. En esto sí que podemos hacer mucho desde la psicología científica y rigurosa.

Europa, afortunadamente, ha decidido seguir en la zona de confort gracias al acuerdo del fondo de recuperación europeo. Menos mal que no hemos seguido el camino del emprendimiento ruinoso de Gran Bretaña. Tampoco el del fracaso que deseaban las ultraderechas de la Unión para justificar sus deseos centrífugos. La derecha de Casado ha intentado apuntarse al éxito de Sánchez antes que protagonizar su propio fracaso. Su sonrisa, tras el acuerdo, es tan positiva como la de quien te da el pésame, alegrándose de tu desgracia aunque sea la de todos. Los 140.000 millones de euros que vamos a recibir serán decisivos para impulsar nuestra economía, el empleo y la modernización que necesitamos. Ser frugal hoy es pasar hambre mañana. Habrá que tomar buena nota para la confección de los Presupuestos Generales del Estado. Las preocupaciones en los medios orbitan más sobre quienes apoyan o dejan de apoyar las cuentas, que en el contenido de las mismas. Al final no importa tanto lo que se haga desde el poder sino quién lo haga. Una cuestión básica de la política que afecta a todas las formaciones y a todas las personas. Para reflexionar.

Aragón, en relación al número de contagiados por coronavirus, se mantiene en el confort de la buena estadística y los malos números. En este caso somos incómodos pero formales. La consejera de Sanidad y su equipo lo están haciendo bien. Me siento más tranquilo con nuestro sistema sanitario, nuestro Gobierno y las malas cifras actuales, que con Ayuso en Madrid y la ausencia de datos fiables. Sirva como ejemplo la última ocurrencia de la presidenta madrileña. Se ha gastado casi un millón de euros en un convenio con la Iglesia Católica para pagar a 73 capellanes que prestarán atención religiosa en los hospitales públicos. Parece que la presidenta popular prefiere contratar a sabuesos contra Satán antes que a rastreadores del virus. Será mejor morir en paz que vivir sin virus. De Madrid al cielo y de Fuenlabrada a Coruña. Gracias al fútbol nos enteramos de lo que de verdad pasa en Madrid. O tienen muy mala pata o el ábaco de contagios quedó deformado tras las caceroladas contra Sánchez. Menos mal que hay noticias optimistas en la senda del encuentro y el buen rollo. El Real Zaragoza sigue vivo para jugar su particular play-on de ascenso. Hoy ya se parece más a un Zaranstein que a un Zarazombi . Esperemos que el amo de llaves de Primera, Flau Blücher Tebas , nos dé su bendición, la de su hijo y la del protocolo santo. Y me muero de ganas por ver firmar juntos, sin más distanciamiento que el sanitario, al presidente catalán Torra y a Javier Lambán el acuerdo para organizar, unidos, los Juegos Olímpicos de 2030. El toque romántico lo ha puesto esta semana Zaragoza. A las 12 de la noche se acabó el ocio nocturno. Nos ha costado pero ya somos todos Cenicienta. Así, el que no se conforta es porque no puede. Si es que, en el fondo, somos unos inconfortmistas . H