Cuando acabó el estado de alarma ya se preveía que este verano iba a ser atípico. Por un lado, porque las obligatorias medidas preventivas provocarían que muchas actividades propias de estos meses se verían afectadas; y por otro porque los destinos más turísticos se resentirían y tendrían menos afluencia que otros veranos. Sin embargo, las previsiones se han quedado cortas y la ocupación está siendo más baja de lo previsto. En Aragón, el turismo europeo está bajo mínimos (los franceses suelen ser los extranjeros que más visitan aragonés) y el chino es inexistente, cuando los procedentes de este país eran cada vez más numerosos. No ayuda el rebrote que ha convertido a la comunidad autónoma en la que más casos notifica junto con Cataluña, lo que ha provocado que países como Bélgica hayan prohibido a sus ciudadanos viajar a Huesca o a la comunidad vecina. Junto a Bélgica, otros países recomiendan no visitar España, como Francia o Reino Unido, que además impondrá una cuarentena a todas las personas que lleguen al país desde España.

Desde que estallaron estos preocupantes rebrotes en Aragón, el Ejecutivo autonómico se ha debatido en la compleja dicotomía de aumentar las restricciones pero compatibilizarlas con la actividad económica. Es decir, ha limitado ciertas actividades pero no ha restringido la movilidad, con la esperanza de mantener en aquellas comunidades turísticas un pequeño respiro a un sector, el hostelero y el de la restauración, fuertemente dañado después de más de tres meses de estado de alarma. Es un equilibrio difícil y solo el tiempo dirá si la medida ha sido acertada. Si la toma de medidas contundentes pero flexibles ha permitido salvar los muebles o si habría sido preferible tomar decisiones más drásticas, aunque solo fuera durante una quincena, para frenar la curva y recuperar poco a poco la economía posteriormente. Con las ayudas que hicieran falta. La propia consejera de Sanidad, Sira Repollés , reconocía en una entrevista a EL PERIÓDICO publicada en la edición de ayer que con el confinamiento durante dos semanas se frenaría la curva de contagio, aunque admitía que no estaba de momento en los planes del Ejecutivo aragonés ni sabía si se podría resistir ante una decisión tan drástica.

En cualquier caso, gobernar es tomar decisiones y estar en la oposición es fiscalizar esas decisiones y hacer propuestas constructivas que permitan mejorar el día a día de los ciudadanos. El turismo es importante por la cantidad de recursos que genera, pero más lo es la salud.

El daño irreparable que está causando el coronavirus es incalculable, y cuando se supere esta crisis será el momento de volver a debatir si el modelo económico en el que se sustenta la economía española es lo suficientemente fuerte como para soportar estas turbulencias que, además, cada vez van a ser más frecuentes. Será el momento de volver a analizar, con la necesidad de cambiarlo, el modelo productivo y apostar por economías más industrializadas que den más robustez a una economía que no puede depender tanto del sol, la montaña y la playa.

Es una dualidad extremadamente compleja. Por un lado pedir prudencia a la ciudadanía y aconsejar que no se salga demasiado y por otro lado desear que no se resientan aquellos lugares que suelen recibir muchos visitantes. Está claro que este verano está siendo especialmente difícil y que ninguna decisión es fácil de tomar.