En Vizcaya, la hostelería está en guerra, pero aquí, en Zaragoza, tras el impresionante apoyo institucional estamos abrumados.

Hoy he visto que nuestro excelentísimo ayuntamiento ha dado un montón de pasta para la digitalización; para mi asociación (Cafés y Bares), este año creo que nos tocan 10. 000 euros, menos de 15 euros por asociado. Casi me he desmayado. La DGA nos apoya «a muerte», a la nuestra por supuesto; trabajar al 40%, pagar al 100%.

No he visto ni una sola propuesta auténtica. ¡No me des créditos que no podré devolver!; quítame impuestos que no puedo pagar; ayuntamiento no me cobres agua y basuras, que no he gastado ni generado. DGA: ayuda a los hosteleros que no pueden pagar sus alquileres, ya son muchos los locales cerrados por la intransigencia de los propietarios (Bacharach, Ciclón, etc), donde los propietarios han visto una oportunidad de aprovecharse. O también podéis legislar, que es vuestro trabajo.

Cuando voy a cualquier departamento municipal, me encuentro con que había efectivos para ponerme una multa, pero que no hay nadie para cobrármela. Es peligroso ir todos a trabajar, pero ir a la terraza del bar no lo es.

Me voy calentando... Yo tengo que vivir y pagar con un 40%, pero tú, político, funcionario (excluyo por supuesto a esa otra raza de funcionarios vocacionales que se están jugando la vida) todavía no he oído a ninguno que renuncie a no a un 40%, a algo, a un poquito. La gente está al límite y vosotros cobrando puntualmente, las extras, las vacaciones... y muchos sin ir.

Pongo, como ejemplo, mi caso, negocio nuevo, gran inversión, solicitud de extensa terraza para intentar garantizar la viabilidad de quince nuevos puestos de trabajo; en este momento, si, estamos locos. Hace dos meses se solicitó la terraza, pero la Policía Local está tan ocupada poniendo multas, que no ha podido venir a revisar mi petición.

Guerra no implica tener connotaciones violentas, es un estado más –alarma, sitio y guerra–; lo dice la Constitución que aún tenemos. Es una guerra contra un enemigo invisible, pero no inocente, seguramente tendrá padres y administradores que la llevan a su terreno, que la alimentan con su ineptitud y que la aprovechan para sus objetivos.

La hostelería no tiene color político, somos el sector más representativo de la sociedad, estamos rojos y azules, carnívoros y vegetarianos, nacionalistas y españoles, multiculturales, hombres, mujeres, gays y lesbianas, artistas y futboleros. Estamos todos.

La hostelería no tiene conciencia de su poder, de su fuerza, de su importancia, no solo porque directamente creamos más puestos de trabajo que todas las multinacionales juntas, no solo somos el 30% del PIB, si sumamos todo lo que movemos a nuestro alrededor (alimentación, viajes, seguros, abogados, gestores, etc.), y nuestros clientes. Somos media España.

La hostelería debe tomar conciencia de su fuerza y recordar, como dijo un brillante político , que el poder no se toma por consenso, el cielo se toma por asalto.

Tenemos el poder máximo, somos contribuyentes absolutos. Sin nosotros este Estado se derrumba como un castillo de naipes, podemos arruinarnos poco a poco, como ellos quieren y mantenernos contentos con esas limosnas que van a prometer que nos llegarán, pero que tú ya sabes que es mentira, o podemos salir del sistema. ¿Quién nos va a acusar de insolidarios cuando lo hemos intentado todo contra viento y marea? Cuando se nos ha demonizado, acusado y se ha mentido sobre nuestro comportamiento.

¿Alguien ha visto las medidas tomadas en centros comerciales? ¿Habéis ido en autobús o en tranvía?

Es tan sencillo como darnos de baja todos y a la vez, irnos a casa y esperar.

Es preferible morir súbitamente que sufrir esta larga agonía.

¡Peor no podemos estar! H