Opinión | SALA DE MÁQUINAS
El Rey del Perú
La novela española, y la histórica, en particular, están de enhorabuena con la publicación de El rey del Perú (Espasa), de Juan Pedro Cosano. Una lectura tan maravillosa como la aventura que los hermanos Pizarro vivieron en la conquista del imperio inca.
Los protagonistas son los cuatro hermanos Pizarro, hijos de un soldado español, Gonzalo el Largo, curtido en los tercios. Francisco, el mayor, el más conocido; Hernando, Gonzalo y Juan. Entre Gonzalo (1511-1548) y una joven india, Nayarak, surgirá una ficticia historia de amor que permitirá a un escritor tan minucioso y versátil como Juan Pedro Cosano ir ensamblando sus diferentes mundos y los dos planos entre los que irá anudándose el argumento de El rey del Perú: el presente continuo, trepidante, de los Pizarro cruzando el océano desde su Extremadura natal, adentrándose en América del Sur, acercándose entre conquistas y muertes, cordilleras y tribus al sueño de doblegar al Inca; y, por otro, el tiempo eterno y dorado del poder y ceremonial incaicos, sus pirámides y sacrificios, sus sacerdotes y vírgenes del sol... Espadas y cruces, oro y sangre, sí, pero movidas, motivadas esas derrotas y conquistas por acciones humanas recreadas con un ojo en la psicología de la época y otro en el del más crítico lector.
Por eso hay mucha verdad (y belleza, y violencia) en las páginas de esta epopeya que ya había inspirado leyendas y sellos, manuales y cursos, pero que nunca se había recreado con tanta profundidad, seriedad ni viveza. Muchos españoles que desconocen la conquista española del Perú tienen ahora una magnífica oportunidad, leyendo esta portentosa novela, de familiarizarse con las luces y sombras de nuestros soldados, con aquel imperio incaico del Tahuantinsuyo (con territorios desde la costa pacífica a la selva amazónica y ciudades como Cajamarca, Cuzco, Machu Picchu o Jauja), y con los personajes que acompañaron a Gonzalo Pizarro en su desafío a la Corona: su esposa indígena Inquill Túpac, Diego de Almagro, Pedro de la Gasca o los tres últimos incas: Huayna Cápac, Huáscar y Atahualpa.
No hay en la pluma de Cosano arquetipos, leyendas blancas ni negras, ángeles ni demonios, héroes ni esclavos. Sólo hombres y mujeres a bordo de ese pasado que a veces llamamos historia.
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