Covid-19, Alzheimer, cuidadores y aplausos

La situación de pandemia debida al Covid-19 y la de confinamiento derivada han supuesto cambios para todos pero, sobre todo, para la vida diaria de nuestros mayores. Y, especialmente, en los pacientes con demencia y sus cuidadores. La limitación de movimientos, el encierro entre cuatro paredes, el cierre de centros (talleres de estimulación, centros de día, otros recursos comunitarios...), han sido de consecuencias terribles en algunos casos.

Lo primero que debemos entender es que, tal vez, una persona con demencia no entienda por qué no puede salir de casa o debe salir con extrema precaución. O por qué muchos de los que antes venían a verle, como sus nietos, ya no vienen. O por qué hay que extremar la higiene, el cambio de ropa o las precauciones a la hora de comer. Muchas veces no es fácil hacerle llegar el mensaje, tarea en la que hay que reconocer el increíble mérito que tienen sus cuidadores, para quienes va mi primer aplauso. Debemos aquí reiterar nuestra primera recomendación a ellos, la de orientar, eliminar la incertidumbre y siempre evitar la discusión.

En segundo lugar, aunque tener una enfermedad neurodegenerativa no causa "per sé" mayor riesgo de contagio o gravedad, sabemos que la infección por el nuevo coronavirus puede ser más grave en personas vulnerables. Y los enfermos de Alzheimer lo son. Por tanto, las medidas de prevención deben extremarse en ellos, tanto las medidas de protección general como las relacionadas con atender específicamente a su enfermedad, manejo con protecciones adecuadas y prevención de contactos de riesgo. En este sentido la rutina es muy importante. Un paciente que se acostumbre a utilizar una solución hidroalcohólica, toallas y pañuelos desechables, mascarilla, y sepa usarlos, los recibirá de buen grado al introducirlos en su rutina.

Quizá esa sea la palabra clave, la "rutina". Esos pacientes tendrán que pasar muchas más horas encerrados y menos acompañados, así que cobra especial importancia crear una programación de costumbres, tareas y actividades que hagan que el paciente no se sienta aburrido o parado, lo que, no olvidemos, podría ser el detonante de un mayor deterioro en su memoria o en su conducta.

A pesar de todo es posible que la persona con Alzheimer haya estado en contacto con un infectado o se haya contagiado, por lo que si se encuentra con buen estado general y con pocos síntomas (como la mayoría de los enfermos de COVID-19), deberán extremarse las medidas de higiene y las de confinamiento domiciliario, evitando salir de la habitación y, si es posible, utilizando un cuarto de aseo solo para él. Pero también es posible, y más probable, que lo que se deteriore sea su demencia, o al menos las manifestaciones de la misma. Hemos de estar disponibles y accesibles, o para intervenir o para ayudar a sus cuidadores a intervenir, pues igual que la rutina es una poderosa herramienta, también lo es, en sentido negativo, la cronificación de los problemas.

Pero ¿todo esto se hace? En la mayoría de los casos hemos podido comprobar que sí. El título de este breve escrito obedece al reconocimiento a la ingente, inestimable, admirable labor que día a día están haciendo los cuidadores de las personas con demencia para cumplir con su misión y adaptarse a la situación. Son muchos los que están peleando por superar la crisis, pero los hay que día a día luchan por salvar además de salvarse, y los responsables de su atención, en todos los niveles asistenciales, debemos estar a su disposición, como sea posible, para ayudarles, y aplaudirles, en tan ardua labor.

Día a día, tras haber tenido que superar yo también la infección, gracias a los magníficos profesionales del Hospital Clínico universitario de Zaragoza, contemplo el mérito de unos y el deterioro de otros. Pido desde aquí a las autoridades sanitarias un esfuerzo extra, pues no deben olvidar que el SARS-CoV-2 está atacando a muchos, pero la prolongación del confinamiento está haciendo daño a muchos más.