Opinión | El artículo del día

Aprendamos de la pasada crisis

Puede que los sectores más sacrificados en esta pandemia vuelvan a ser los más castigados

Sin duda la pandemia ha añadido vejez a nuestra avanzada edad, además de hacernos más descreídos, desconfiados, vulnerables, inseguros y melancólicos ante tanta incompetencia. El confortable mundo en el que estábamos instalados se ha venido abajo de la noche a la mañana. En apenas seis meses hemos comprobado cómo el miedo atenaza nuestras vidas, paraliza nuestras costumbres y nos hace desconfiar de todos y de todo.

Aunque la vacuna es nuestra única esperanza para volver a un pasado que no será igual, esta no resolverá los problemas económicos y sociales derivados de este pandemia: los empleos perdidos, los sueldos no ingresados, los ajustes en monederos vacíos no distinguen las causas.

Se pronostican tasas de paro hasta del 24%, y ya hay indicadores muy preocupantes, como el de las horas trabajadas, con caída al 23% respecto al febrero de este año. Son cifras que nos recuerdan aquel récord de desempleo en la reciente historia de España, con 26% y seis millones de parados del cuarto trimestre del 2012.

De aquella crisis hemos aprendido que sanear las finanzas a costa del Estado, devaluar las condiciones laborales y salariales de la mayoría de trabajadores, crujir con impuestos a los trabajadores y clases medias, y vaciar el sector público sanitario, educativo y de atención social a los mayores y niños es un grave error. Una catástrofe que ya estamos sufriendo y repercutirá en generaciones venideras.

Ya hay ilustres economistas, tertulianos de caverna y políticos neoliberales que hacen campaña para aplicar aquel recetario, según supuestas presiones de Bruselas. El elevado endeudamiento y el déficit desbocado son excusas, no sé si para justificar lo que hicieron, o para cizañar en la coalición progresista en el Gobierno. No quieren saber nada de reformas fiscales, aumento de ingresos o incorporar a los PGE las nuevas coberturas y ayudas sociales que la situación obliga. Que la presidenta de la Comunidad de Madrid haya hecho de la reducción del IRPF su propuesta estrella en el Debate del estado de la comunidad madrileña, con el virus disparado en una comunidad que ya supone más de una tercera parte de los afectados en toda España, y es la región con más focos de toda Europa, es una locura. La llamada malla social que ha establecido el Gobierno central al obligatorio cierre de actividad y de empresas, está suponiendo que entre marzo y final de año el coste de los ERTE sea de unos 35.000 millones de euros, con una afección de hasta 3.700.000 personas. Y aunque ahora hay 700.000 en un decrecimiento cada día más lento, hay sectores afectados, como el turismo, que no se sabe cuánto pueden durar ni el número final de afectados.

Medidas semejantes para autónomos y sectores muy diversos deben ir acompañadas con la desaparición de algunos aspectos de la reforma laboral del 2012 que hizo el PP con la participación de todas las derechas económicas y políticas del país, incluso las nacionalistas. Recuperar la ultraactividad de los convenios, suprimir la prioridad de los convenios y acuerdos de empresa sobre los provinciales, nacionales o de sector, regular la subcontratación y delimitar las cláusulas de descuelgue en las condiciones salariales y laborales, es imprescindible.

Argumentar que perjudicaría a la recuperación de las empresas es una falacia aplicable a cualquier mejora económica o social en las mismas. Recuperarse, empobreciendo a los trabajadores y fomentando las desigualdades y marginación social, conlleva una transferencia de costes de las empresas al Estado, obligado por diferentes vías a compensar los empobrecidos salarios. Si por otro lado tampoco se quiere incrementar los impuestos para cubrir los nuevos gastos porque también perjudica la recuperación empresarial, resolver esta contradicción se presenta tan difícil como encontrar un gato negro en una mina de carbón.

Se puede dar la paradoja de que aquellos sectores que están soportando las cargas más pesadas y realizan los mayores sacrificios personales en esta pandemia, (limpieza, cuidadores de mayores, transportistas, cajeras, personal de atención al público, repartidores, sanitarios, enseñantes, trabajo doméstico, etc. etc.) muy castigados en la anterior crisis, vuelvan a estarlo nuevamente tras haber sido aplaudidos por su entrega y sacrificio durante meses a las ocho de la tarde. H

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