Si hoy no hay médicos y enfermeras suficientes en la Atención Primaria y hospitalaria contra la pandemia en España, mañana faltarán psiquiatras para tratar las secuelas del desquicie político en el que vivimos. Creo que habría que encerrar metafóricamente a algunos antes de que nos encierren físicamente a todos, porque cada día tengo más claro que nos hacen luz de gas, que están abusando psicológicamente de todos, y muchos ya dudamos de nuestra cordura. Veo a la izquierda y a los sindicatos llamando a manifestarse contra el confinamiento selectivo en los distritos madrileños más contagiados, y se me aparece Pedro Sánchez suplicando a la derecha la prórroga del estado de alarma. Hoy, el PSOE y Podemos consideran inútiles y segregadoras las medidas restrictivas adoptadas esta semana por Ayuso , y lo hacen con el mismo desparpajo con el que Casado consideraba inmoral y chantajista mantener el estado de alarma en mayo. Veo al ministro Illa suplicar a los madrileños que se recluyan todo lo que puedan, y se me aparecen los dos partidos que gobiernan España pidiendo «un plan riguroso basado en criterios científicos para afrontar la pandemia». Veo al vicepresidente segundo del Gobierno despreciar el impagable trabajo de las fuerzas de seguridad y el Ejército, --que son prescindibles, eso dice--, y se me aparecen estos servidores públicos, sin apenas protección, controlando pueblos y ciudades, desinfectando residencias, montando hospitales y trasladando y velando cadáveres en morgues improvisadas. Pablo Iglesias debería mostrar más respeto a la treintena de muertos y decenas de miles de contagiados en las fuerzas de seguridad y el Ejército, a quienes manifiesto mi admiración y agradecimiento. Lo ha dicho la Jupol y lo suscribo: si son tan prescindibles, ya tarda Iglesias en renunciar a los 30 agentes que vigilan su casa.