«Cada vez que oigo que un bocazas de Washington o el interior cristiano repica contra los males de la sodomía o lo que sea, apunto mentalmente su nombre en mi cuaderno, y pongo el reloj en hora. Más pronto que tarde, será descubierto sobre sus cansadas y viejas rodillas en algún sombrío motel o letrina, con una Visa caducada, tras intentar pagar demasiado para que un travestí apache le mee encima», escribió Christopher Hitchens en una de las notas al pie de sus memorias, Hitch-22 . Es una descripción particularmente contundente de la hipocresía conservadora: a veces, quienes más condenan en público algunos comportamientos sexuales y sentimentales, en nombre de un sistema de ideas, los practican en privado, no sé si con placer o con culpa, o con una mezcla de ambos.

En la entrevista de la revista Vanity Fair que ha hecho Joana Bonet y donde pueden leerse el hermoso pie de foto « Irene Montero, ministra de Igualdad, posa con vestido de puntos de canalé y botones dorados de Maje» y la antológica proclama «el acceso a la belleza es un derecho», la política cuenta que es conservadora «en algunas cosas», como las relaciones de pareja. «Soy consciente de que soy así y no es una de mis prioridades de transformación», ha dicho.

Hace un tiempo decía en otra entrevista: «Aunque tengas muy claro que el mito del amor romántico es algo opresor, patriarcal y tóxico, nuestra educación de forma implícita nos construye». Se trata de constructos con los que uno debe luchar, pero descansando de vez en cuando, como todos los guerreros. Recuerda a un bailarín de ballet de Friends que contaba lo mucho que le había costado revelar que era heterosexual, frente a la presión de un entorno predominantemente gay.

Es curioso observar la combinación de una visión posmoderna y rupturista en asuntos de sexo y género -con un elemento proselitista que busca que los demás vivan su vida privada de acuerdo a unos principios correctos- y una idea más tradicional en su propia vida. Lo personal es político, pero sobre todo para los demás. Ya explicaba la ministra en otra entrevista que una cosa son los escraches y otra lo que sufren ellos en casa. El partido va cambiando y sus líderes con él, ayudados por el doble rasero: lo único que se mantiene es su espíritu totalitario.

Irene Montero, que milita en un partido que empezó hablando contra la casta y ha conseguido convertirse en su quintaesencia, sabe que la teoría posmoderna y la lucha contra la desigualdad están muy bien pero que, como dice Jared Diamond en su libro Crisis , la decisión más importante que tomamos en la vida es elegir bien a nuestros padres.