Voy a escribir a fondo porque hoy no puedo limitarme a condenar enérgicamente los irresponsables sucesos de Barcelona, Burgos, Logroño, León, Zaragoza, Valencia y otras ciudades.

Durante estos años hemos ido perdiendo la educación entendida como un avance continuo, un análisis que nos permitía dudar y que por eso nos llevaba a enfrentarnos a nuevos retos más positivos.

Hace ya un tiempo que nuestra sociedad ha vuelto los ojos a lo pequeño, a mi pueblo, a mi grupo de opinión, a lo que me da seguridad porque lo conozco, a enfrentar posturas y a dividir por encima de todo. Eso ha dado alas al nacionalismo desbocado, al auge de nazismo y fascismo por doquier, al populismo mesiánico, al yihadismo radical asesino o al terrorismo irracional sufrido en democracia.

Todas estas corrientes, negacionismo incluido, son ejemplos de una asquerosa supremacía de un grupo de valientes que hacen credo de su ignorancia afirmando «solo nosotros tenemos la razón, pueblo selecto, esencia de libertades ejercidas a nuestra manera para quienes comparten mi ideología y caminan bajo la única bandera posible».

Y en esa tela artificiosa, inflamada y colorida caben todas las barbaridades. Entran independencia y universalidad; democracia y ausencia de división de poderes; libertad de comercio y brexit.

Gritar bravuconadas en la calle lanzando vallas, quemando contenedores y asaltando impunemente negocios dice todo de un grupo que no pasa de ser chusma pero que precisamente por eso es peligroso porque las decisiones erróneas generan frustración y eso siempre se paga. En tiempos de crisis los malos ejemplos son leña seca para muchos profetas ávidos de protagonismo. Por eso se agradecen tanto las iniciativas de chavales de Alcañiz y de Logroño que se sonrojan ante las actuaciones de otros colegas nocturnos y reaccionan pasando a la acción la mañana siguiente, intentando recomponer lo destrozado. Este compromiso en positivo con la normalidad es un soplo de aire fresco que sabe bien y que debería servir como norte a más gente.

Tomen buena nota de ello los políticos, sobre todo Iglesias y Abascal, que en una miopía sin igual se han dedicado a acusar uno a la extrema derecha y otro a la extrema izquierda. El loco afortunadamente a veces se cura, el imbécil nunca porque es egoísta y tramposo hasta consigo mismo.

¡Ah! y mientras unos quemaban el centro otros se limitaban a acudir a las fiestas de Halloween en nuestras ciudades consumiendo cinco horas de alcohol en vena y llevando la mascarilla de adorno, de quita y pon, para lucirla únicamente cuando llegue la Policía a controlar aforo. Una auténtica tomadura de pelo que los docentes de concertada y pública hemos denunciado a la Policía porque nos va la vida en ello y una verdadera bomba de relojería que esta semana puede complicarnos (aún más) la tarea en los centros educativos y en los hospitales. El despropósito que comento es otra manera de ignorar el trabajo y el esfuerzo de los demás como el de José Antonio Otal, profesor de instituto en Jaca, recientemente fallecido y todo un ejemplo.

La percepción es que de momento vamos cuesta abajo y sin frenos. Toca seguir remando más fuerte que nunca para enderezar el rumbo... pero todos y a la vez, de lo contrario esto será un sálvese quien pueda y, sinceramente, nos merecemos algo más.

Como en cada ocasión que escribo pido esperanza, ánimo y sensatez. Más que nunca, y por encima de todo, hay que creer en la gente.

Y cierro dedicando unas palabras a los profesionales de la sanidad: medicina, enfermería (que tan injustamente han sido objeto de comentarios gratuitos muy desafortunados), auxiliares, personal de cocina y limpieza por la enorme lección de entereza que estáis dando.

Muchísimas gracias por vuestro trabajo. Nunca tan pocos hicieron tanto.