Opinión | Todo es política
La responsabilidad siempre es de terceros
Hay un fenómeno creciente que consiste en eludir las culpas y la autocrítica y achacar los problemas a elementos externos
En los últimos años se ha extendido en la política un fenómeno que también se está consolidando en gran parte de la opinión pública: la responsabilidad siempre es de terceros. Hay muchos ejemplos. A estas alturas todos sabemos más que Fernando Simón y tenemos soluciones para gestionar la pandemia mucho mejor de lo que lo han hecho los políticos más incompetentes del planeta, que como se sabe son siempre los que nos gobiernan.
La libertad es tan hermosa que estas verdades absolutas las podemos comentar incluso sin mascarilla en una fiesta con colegas o en el pueblo de al lado esquivando el confinamiento. Ya luego podremos responsabilizar a Simón y sus secuaces de ser unos incompetentes y no tener ni puñetera idea de lo que llevan entre manos. En la escuela, es frecuente que los maestros no sepan educar bien a nuestros hijos, que suelen ser siempre los mejores del mundo. O coincide muchas veces que quien afirma que todos los políticos roban es el que más presume de que paga en negro o de ser el más espabilado a la hora de colarse en una fila.
La política aragonesa no es ajena a este fenómeno. El Gobierno de Aragón y parte de la oposición aplauden la gestión autóctona y si algo sale mal, la causa está en el polisémico concepto de Madrid. Se presumía de gestión propia y cuando las cosas se torcieron se achacó los problemas se imputaban a las leyes nacionales, a la manipulación informativa de los medios estatales, a las irresponsabilidades ciudadanas, a los empresarios agrícolas, a Cataluña (siempre Cataluña), a la gestión en algunas residencias... El problema siempre tenía un origen externo. Aunque al final se acabe reconociendo que quizás algo no se hizo del todo bien. Después de mandar a los jueces a hacer mascarillas tras condenar al Gobierno de Aragón por no tener suficiente material de protección (cuando por otra parte era lógico no disponer de él ya que es impensable que una administración pudiera prever hace ocho meses semejante avalancha hospitalaria) se acaba pidiendo perdón o se reconoce que quizá no se actuó con toda la diligencia en la parte oriental de Aragón cuando empezó la campaña de la fruta.
Siempre es más fácil echar la culpa a otro. Y quien se aparta del discurso oficial (aunque pocos lo hacen) se le acusa de agorero, cenizo, catastrofista o tener poca autoestima, cuando apelar a eso es una forma de demostrar que tampoco se tiene mucha.
Si esto ocurre en el plano autonómico, no andan mejor las cosas por la plaza del Pilar. Cuando ya no quedan espacios para hacerse fotografías, se acaba el bote de gomina del anterior alcalde y se reemplazan las pancartas populistas por otras populistas de distinto signo, el discurso de quien tenía soluciones para arreglar el desbarajuste financiero es similar al de sus antecesores, iniciando una intensa campaña para reclamar dinero al Estado, a Europa, a la DGA y a quien se cruce por el camino. Jorge Azcón no hace nada que no inventara hace unos años el socialista Fernando Gimeno. Defender los intereses locales es la obligación de cualquier munícipe, pero son agotadoras estas cruzadas y pleitos entre administraciones para intentar que se pague lo que se debe mientras la administración morosa trata de escaquearse. Ya es casualidad que estas guerras entre administraciones sucedan siempre cuando no comparten color político.
Así es la responsabilidad a terceros. También la padece el aragonesismo. A medida que se va diluyendo en beneficio de una extraña exaltación patriótica rojigualda en las calles, crece la indignación colectiva cuando fuera no saben ponernos en el mapa o creemos que merecemos recibir más dinero en los presupuestos. Se abomina mayoritariamente de los nacionalismos que no sean el español para acabar pidiendo, con más educación y por carta eso sí, lo mismo que ellos pero con muchos menos votos. Ya no solo en número porque somos pocos, también en porcentaje sobre el total de la comunidad.
Por supuesto, pedir responsabilidades a terceros también es un fenómeno corriente entre articulistas, opinadores y periodistas, así que aquí van estas líneas para confirmar la tesis de lo que aquí se analiza.
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