Opinión | Tercera página

JOSÉ ANTONIO Mérida Donoso

De charlas y charlatanes

Ahora ya no cabe ser esclavo de las pocas ideas de uno, hay que hacer partícipe al resto de sus cadenas

Hoy he terminado el curso de Cómo desengancharte de cursos para recuperar tu vida . En el seminario en cuestión, el experto de turno por webcam , como no podía ser de otra forma y siempre manteniendo las distancias pertinentes, comenzó por presentar sus virtudes y, por ende, sus carencias. Básicamente, estas se concentraban en «soy la caña», pero sin espuma y, lo que es peor, sin cerveza.

Por citar alguno de sus innumerables logros y no apabullar al lector, me limitaré a apuntar que es autor de una serie de obras maestras, eso sí, autoeditadas, de gran reconocimiento en su mundo, sea este el que sea. Destacan entre ellas Los cursos, me, mi, conmigo y yo y su afamada Yo lo valgo, tú no , solo superadas por Cómo ser experto en todo y sabio de nada y Narciso y yo , considerada su buque insignia, aunque se acerque más a un barco sin remos. Poco después, pasó a recordarnos nuestra incompetencia profesional, la cual, gracias a él tenía remedio: consumir su maravillosa charla de diez horas -nueve en Canarias- en cómodas píldoras de cinco horas el sábado y cinco el domingo. Todo un lujo.

Y yo que pensaba descansar, qué torpeza la mía. Pero sin duda, la parte más interesante fue en la que nos instaba a gestionar mejor nuestro tiempo, claro que, para ello, probablemente lo mejor fuera realizar otro curso que, con suerte, él mismo impartiría: Cronos sin reloj o cómo vender tu tiempo al mejor/peor postor .

Ya me he hecho con la insignia del curso recibido, pero me han dicho en los Scouts que no me vale para ascender a grado de «caza collejas». En cualquier caso, al margen de su validez, uno siempre se queda estupefacto cuando se cae de su montura al recibir la luz del conocimiento, ya sea a lomos de un jamelgo como san Pablo o de un asno, como ha sido mi caso. En efecto, san Pablo se cayó de su caballo y no, no fue camino a Bonanza, sino a Damasco. Huelga decir que iba a la caza de cristianos, como alguien puede ir a la de elefantes cual Rey sin corona, todo el mundo lo sabe. Basta con recordar que allá por el XVII, Caravaggio, Murillo o Rubens , ko, ¿quiénes son esos?, ¿los nuevos fichajes del Zaragoza u qué ? por citar a los tres de máximo renombre, pintaron la milagrosa costalada.

Creo firmemente que todo el mundo que critica a los gurús educativos de cierta realeza es porque no entienden bien el funcionamiento de la comunidad que la suscribe. Verá usted, las oposiciones binarias que rigen nuestros días de luz y conocimiento construyen una jerarquía de valores nada inocente, que busca garantizar la verdad -siempre unívoca y nueva, por muy vieja que esta sea- mediante la exclusión y devaluación de lo otro, la oposición, siempre inferior.

Nada de escucharse entre unos y otros no vaya a ser que les dé por decir algo interesante, limítese a escuchar a uno, en especial si ese uno soy yo, el de arriba. Así que ya sabe, no piense, que ya lo harán por usted. Mejor siga estrangulando y estrangulado por el individualismo. ¡Haga como los expertos!, ¡Niegue toda comunidad! ¡Niéguele su razón de ser! ¡Dobléguese al aterrador mundo de la sinrazón! Y no deje de repetir nuestro eslogan ¡Toda verdad es falsa, excepto la del que, más que saber, finge que sabe! Y puestos a saber, ya sabe, esté calladito y aíslese. La otredad ninguneada incapacita reconocerse en ella.

La aparente paradoja es que, mientras proliferan los vendedores de humo, nos aferramos más a nuestro micrófono particular. Twiter, Instagram, Facebook, Tik-tok o Youtube son la mejor prueba de ello. Más que adorar a los charlatanes queremos ser ellos. No en balde, podemos poner matices a la profecía de Andy Warhol : no sé si en su futuro, todos estaban predestinados a ser famosos por quince minutos, pero en el presente todo hijo de vecino lo intenta… y ojalá fueran quince minutos.

Ya no cabe ser esclavo de las pocas ideas de uno, ahora hay que hacer partícipe al resto de sus cadenas. Ciertamente, al parecer, el bueno de Andy copió la expresión al fotógrafo Nat Finkelstein para arañar más minutos de fama. Pero, ¿a quién le importa? Afuera, como adentro de nuestro ombligo, la incesante lluvia de opiniones banales se precipitan un conocimiento cada vez más erosionado y vilipendiado. Y entre tan pocos paraguas, difícil que aparezca comunidad. ¿Qué habrá sido de ella? Desde luego, por aquí no ha pasado tal distinguida señora. La democracia de los crédulos es la cimentada en el individualismo, capaz de romper al pueblo ( gobernar).

En fin, seguiría escribiendo, pero se me ha hecho tarde y pronto comienzo el curso de Cómo seguir siendo tonto y aplaudir con las orejas . Me queda en el tintero deducir si Alberti cuando apuntó: «Yo era un tonto, y lo que he visto me ha hecho dos tontos» venía de alguna charla. En cualquier caso, estoy seguro de que el lector que ha tenido la valentía de llegar hasta aquí no será de los que leen para no tener que pensar y sacará sus propias conclusiones.

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