En España hay cosas que siempre triunfan en política: los insultos, los conflictos inventados y la incoherencia. Mientras recurrimos a cualquiera de ellos, olvidamos realidades mucho más dramáticas de la vida cotidiana.

Con motivo de la tramitación de los Presupuestos Generales del Estado (PGE), los insultos al Gobierno han subido de tono. No por la mayor adjetivación de las descalificaciones , sino porque quien ha entrado en ese charco es nada menos que el expresidente del gobierno, José María Aznar, quien ha descalificado en lo personal a Pedro Sánchez al que además ha acusado, junto al resto del ejecutivo, de hacer peligrar el modelo constitucional para cambiar el régimen. Lo dice él, converso constitucionalista, que después de alentar su rechazo en el referéndum del 78, reparte carnets de constitucionalismo.

Como dice Máximo Pradera, «si en algo noto que me estoy haciendo viejo es en que lo de Aznar para mí ya ha dejado de ser una exquisita tortura, para pasar a ser un triste suplicio sin gracia».

Junto a las cuentas del Estado se han cruzado la nueva ley de educación, el apoyo de EHB, la enmienda contra los desahucios y la reciente polémica sobre la armonización fiscal. Y aquí el necesario debate sereno, razonable y objetivo, se ha convertido en ruidos y fango.

Como jabalí herido se revuelve la derecha contra la 'ley Celáa'. Con dos argumentos centrales: la supresión del castellano como lengua vehicular y la mayor inclusión de los niños/as de educación especial en los centros ordinarios. Sobre las resoluciones del Tribunal Constitucional y Tribunal Supremo que en varias ocasiones sentenciaron que un 25% de las clases en castellano es suficiente para garantizar el cumplimiento de la Ley y no el 50% que establecía la 'ley Wert', nada de nada.

Sobre la desestimación a varios padres que pedían ese porcentaje, nada de nada. Sobre el párrafo definitivo que recoge esta ley: «El alumno deberá tener un dominio pleno» tanto del castellano como de la lengua oficial de su comunidad, olvido absoluto. Es curioso que quienes más la descalifican se derriten cuando el inglés o cualquier idioma extranjero se utilizan como lengua vehicular en la mayor parte de las asignaturas.

Utilizar la inseguridad y la angustia de los padres de niños/as con necesidades de educación especial contra esta ley que amplía la atención e integración en los centros ordinarios, sin excluir los específicos, me parece una inmoralidad.

Porque los agitadores saben que la batalla planteada es por la disputa de la cuota de un mercado de escolares cada día más reducido por nuestra negativa evolución demográfica.

Reconozco que EHB me produce repelús y rechazo inmediato. Sus orígenes son un mal salvoconducto para la vida democrática, pero son el segundo partido en Euskadi, tienen grupo propio en Madrid y en la rivalidad política con el PNV quieren disputarle su papel de exclusivo conseguidor. A partir de ahí, cada uno tendrá su propia opinión , pero desde el punto de vista democrático tan válido es su apoyo o su rechazo en el Ayuntamiento de Vitoria , siendo alcalde del PP el Sr. Maroto, como en el Congreso de España siendo presidente del Gobierno Pedro Sánchez. Tampoco me agrada Vox y respeto su juego democrático.

En la campaña de deslegitimar este Gobierno de coalición, este es un argumento más , como en la lucha contra la pandemia o en cualquier otra actuación o propuesta que salga de Moncloa. Es el trumpismo en versión castiza de Ayuso, histriónica de Abascal o en forma de constitucionalista a media jornada que practica Casado .

La que se está montando con la armonización fiscal es surrealista. Ni Buñuel soñaría tal argumento. Resulta que ERC, independentista, soberanista y partidaria de hacienda propia, plantea un grupo de trabajo para armonizar la fiscalidad del estado español. Ayuso, defensora del centralismo, la bandera , la unidad de la patria y la capitalidad de su región, amenaza con rayos y truenos («seré la peor pesadilla») a quien ose anular o reformar el paraíso fiscal en que ha convertido la Comunidad de Madrid frente al resto .

Y entre tanto, a mí también me ocurre lo mismo: quería escribir sobre los PGE y se me acaba el espacio. No sabemos nada de las enmiendas, de su repercusión en Aragón, de los proyectos que se impulsan, de las inversiones que se mantienen. Nos dicen que son los más sociales de la historia pero ¿cómo se casa eso?, ¿dónde se refleja?, ¿en la dependencia?, ¿en la salud?, ¿en la educación?, ¿en la investigación?, ¿en el empleo?, ¿en el fomento empresarial?.

Situaciones como esta donde se habla de todo menos de lo debido, me recuerda aquella frase que tenía mi abuelo para estos casos. «Para que me sirve el turrón duro si se me han caído los dientes».