La editorial Página Indómita acaba de publicar 'La libertad de los antiguos frente a la de los modernos' de Benjamin Constant, uno de los grandes teóricos liberales. Lleva un prólogo brillante de Manuel Toscano, que explica que, según Constant, «la libertad que conviene a los modernos reside en la independencia individual y va ligada a los derechos individuales, como la libertad de conciencia, de expresión, de movimiento o asociación». La protección de esa libertad requiere unas garantías institucionales; el peor enemigo de la libertad, señala Toscano, es la arbitrariedad, y por eso el imperio de la ley es su primera garantía.

Hace unos meses salía una edición del discurso sobre la libertad de los antiguos y los modernos en Alianza, con estupendas introducción y notas de Ángel Rivero. Son dos ediciones complementarias (llevan otras piezas distintas, como las reflexiones sobre la libertad de pensamiento o la soberanía popular). «Para los modernos es valiosa e importantísima la libertad. Es una idea que tiene alcance restringido en el tiempo y el espacio: las sociedades que sienten que para ellas es absolutamente crucial que su vida, sus propiedades y sus creencias sean respetadas necesitan un tipo de orden político en el que se coloque primero la defensa de la libertad y donde la participación política sea subsidiaria de la protección de esos valores. Eso es lo que ofrece el gobierno representativo», ha dicho Rivero.

Algunas de las obras a las que Constant daba más importancia en vida casi no se leen en la actualidad. Sobreviven mejor sus novelas, a menudo autobiográficas, y textos como estos, teóricos pero alimentados por su experiencia, claros y perspicaces. Muchas de sus observaciones tienen validez ahora: los adversarios de la libertad y los peligrosos entusiastas de la voluntad general se parecen mucho en unos siglos y otros.

Cuenta Rivero que su primer traductor al español fue el diputado y académico aragonés Marcial Antonio López Quílez, que adaptó (con bastante intervención) el Curso de política constitucional en 1820 para legitimar la Constitución de Cádiz. También Rivero describe la esperanza que generó en toda Europa el pronunciamiento de Riego y el trienio, así como la importancia que tuvo esa Constitución. Este año Pedro Rújula y Manuel Chust han publicado 'El Trienio Libera l' (Catarata), pero ha sido llamativo el silencio en torno al aniversario. Es curioso cómo algunos periodos de la historia nos obsesionan y otros pasan más o menos inadvertidos: a veces porque son inconvenientes, pero más a menudo por ignorancia o por desidia.