Nuestras autoridades estatales y autonómicas llevan varios días (bastantes), dándole vueltas al método más efectivo para conseguir que los ciudadanos podamos disfrutar de unas Navidades medio normales. Pero hete aquí que la realidad supera ampliamente a la ficción en la que andan metidos por que no dan con la tecla para reducir la influencia del virus en la sociedad. Un virus que no acepta consignas, que es irreverente, impredecible y que incumple cualquier atisbo de norma que lo pretenda controlar. Solo disminuye sus efectos cuando los ciudadanos reducen sus movimientos y contactos entre sí a la mínima expresión y siempre que se impone la sensatez y el sentido común: mascarilla, higiene y distancia.

Escuchando algunas tertulias de radio y tv o mensajes que circulan por la redes, se puede comprobar la exigencia de altas franjas de libertad y a la vez que se nos diga a cada uno lo que tenemos que hacer en cada momento y en cualquier situación. Una pretensión que parece contradictoria y que nos acerca a primero de infantil.

Han pasado 9 meses de aquel 14 de marzo que sembró la alarma en nuestro país. Hemos recibido horas y horas de clase en forma de muertos (por decenas de miles), enfermos, ucis, asintomáticos, PCR y un largo etcétera de noticias en los informativos y ruedas de prensa de nuestros políticos. Aún así da la sensación que hemos regresado a la adolescencia y queremos aprovechar el más mínimo resquicio para escapar, cualquier excusa para hacer de nuestra capa un sayo sin tener en cuenta que los errores se cuentan por muertos. Sí, por muertos, los nuestros y los de los demás, porque en esta lotería jugamos con nuestros números y los de nuestros vecinos.

En fecha 2 de agosto de este año, publique en este mismo medio un artículo en el que hacía referencia a que a los ciudadanos se nos había dado responsabilidad de Estado. Sigo pensando lo mismo, por muchas normas que nos pongan, vamos a ser los ciudadanos los que venzamos al virus, porque si no tomamos las medidas de precaución y no nos preguntamos ante cualquier contacto personal ¿qué he hecho hoy? ¿con quién he estado? o ¿en qué situación de riesgo me he puesto? Vamos derechos al desastre.

Ya tenemos el aviso del inicio inminente de la vacunación. Será una realidad, esperemos que efectiva, a medio plazo porque todo el mundo no se vacunará a la vez. Mientras tanto tenemos en nuestra mano una receta muy eficaz: responsabilidad y sentido común, digan lo que digan nuestros dirigentes, que por otro lado y en unas circunstancias tan graves, de una vez por todas deberían ponerse de acuerdo. Del comportamiento de todos depende el éxito en la lucha contra el virus, un éxito que no es baladí porque en ello nos va la vida, la de nuestros conciudadanos o la nuestra propia.