Ha muerto José Antonio Biescas Ferrer, consejero que fue de Economía y Hacienda en el Gobierno de Aragón presidido por Santiago Marraco. Un hombre honesto, y para mi un compañero insustituible. Lo conocí hace años, antes de la transición a la democracia, en la parroquia de Belén, en el barrio del Picarral, regentada entonces por los jesuitas y entre ellos por el P. Acha. Por entonces yo estaba metido en Reconstrucción Socialista, un partido de origen cristiano, vinculado a la JOC y liderado desde Madrid por Enrique Barón, que terminaría uniéndose al PSOE con las siglas de Partido Socialista de Aragón.

Yo fui cura, y me deshice por aquello del compromiso temporal. Esta secularización no parecía entonces compatible con mi profesión, y tuve que dejar vacante la cátedra de Teología práctica que regentaba en Deusto.

Y mira por donde que José Antonio, al enterarse de mi situación, se ofreció a compartir su sueldo conmigo. Por entonces él era catedrático en la Facultad de Económicas de Zaragoza en comisión de servicio. Obviamente se lo agradecí, pero no hizo falta. Lo mejor que he recibido de él ha sido su amistad. Una gracia mayor, que no se paga. Una exageración inestimable, generosa. José Antonio no escatimaba la amistad. Pero era austero cuando se trataba en el Consejo de Gobierno del sueldo de los consejeros, que estábamos para eso: para servir. Y todos estábamos de acuerdo. Confieso que éramos felices. Adiós, amigo! Ya te echamos en falta.