Se oyen voces, demasiadas voces, generando un ambiente de confusión que aporta muy poco a la solución de los problemas que está viviendo nuestro país. Por todos los rincones y por cualquier medio, aparecen maestros del diagnóstico y de la crítica, pero propuestas serias, demostrables y puestas en práctica, ninguna. Como dijo Henry Ford: la mayoría de las personas gastan más tiempo y energías en hablar de los problemas que en afrontarlos.

Pasado un año de la presencia del covid en el mundo, seguimos sufriendo sus consecuencias casi al mismo nivel. Solo la esperanza puesta en las vacunas augura un horizonte que traiga la luz a este desastre.

De todas las crisis se aprende, y en una tan profunda como esta, que salvo que no destruye edificios, está teniendo parecidas consecuencias a las de una guerra convencional, habrá que buscar soluciones para que nos afecten a todos lo menos posible.

La receta que parece que la UE ha diseñado es el endeudamiento, con unas cifras espectaculares en el caso de nuestro país ya de por sí muy endeudado. Llegamos así a un punto que nos va a exigir un esfuerzo tal que nadie podrá excusarse.

A pesar de ello, escuchamos a diario y desde casi todos los sectores, permanentes mensajes preguntando qué hay de lo mío, exigen al Estado una solución a los problemas de cada cual, incluso de grupos que en petit comité, hacen gala de sus tretas a la hora de contribuir a la hacienda pública. Habrá que recordarles en estos momentos tan difíciles aquellas palabras del presidente de EEUU John F. Kennedy hace ahora sesenta años, en su discurso de investidura. Era el día 20 de enero de 1961 y ponía en manos de sus ciudadanos el futuro de América: «No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tú país».

Ahora toca perder y arrimar el hombro, y afrontar entre todos esta complicada situación, de forma que las cargas se repartan en función de las posibilidades de cada uno. Se está produciendo una reducción de la actividad económica de tal calibre que no se debe comprometer el desarrollo y bienestar de generaciones futuras. Por ello, aquellos que están en condiciones de contribuir sin que se lesionen gravemente sus economías, deberán ser solidarios para liberar de ese compromiso a aquellos que cualquier aportación le suponga su ruina.

Paralelamente a la crisis, se está produciendo una revolución salvaje por los avances tecnológicos que están llevando a la digitalización del planeta. Son tan brutales que van a cambiar nuestros sistemas de vida así como las formas de producción y gestión de todas las actividades en muy poco tiempo. Los poderes públicos deberán intervenir para corregir los desvíos que se van a producir, evitando que la brecha digital que se está produciendo deje a muchas personas fuera del mercado, a otras al margen de un mundo totalmente tecnificado y a unos pocos repartiéndose los beneficios.

Y mientras tanto, nuestros políticos están dando un espectáculo lamentable. Unos políticos que además de ostentar la representación de los ciudadanos, pertenecen a partidos políticos que según el art. 6 del Título preliminar de la Constitución Española «son el instrumento fundamental de la participación política». Tendremos que pensar que en las sedes de los partidos y sus órganos de gobierno, estarán tomando nota de la baja calidad de los políticos que han presentado en sus respectivas circunscripciones y estarán trabajando alguna estrategia para la formación de cuadros que estén a la altura de la dignidad que se les exige como representantes del pueblo español. Entendemos que los partidos tienen que tener laboratorios internos de ideas, de investigación y de formación, que sirvan para ofrecer a los ciudadanos propuestas y cuadros que puedan responder a los retos que la sociedad está exigiendo, que sepan articular aquellas medidas que permitan canalizar el desarrollo de acuerdo a la nueva realidad. Es necesario que los ciudadanos, no olvidemos tienen la palabra, tengan opciones claras a la hora de decidir su voto, no sea que por una falta de confianza en los partidos, su votos vayan directamente a la abstención.

Más pronto que tarde la pandemia pasará. Pero el reto al que se enfrenta el mundo no puede coger a nuestro país con el paso cambiado. No podemos enfrentarnos a una revolución tecnológica con una organización administrativa del estado que todavía conserva instituciones del siglo XIX. Con la llegada de la democracia y en el marco de la Constitución española de 1978 se creó el estado autonómico pero se siguieron manteniendo diputaciones provinciales, gobiernos civiles, transformados en delegaciones del Gobierno cuando los representantes del Estado en las comunidades autónomas son los presidentes de las mismas. La entrada en la UE añadió un nuevo estrato a la organización administrativa de los estados y en nuestra comunidad aparecieron las comarcas.

Además de a la pandemia, nos enfrentamos a una enorme deuda y a los retos que va a exigir la transformación digital. Nuestros políticos tienen una gran responsabilidad y una ocasión de oro para recuperar el prestigio que día a día están tirando por la borda. Deben estudiar una profunda reforma administrativa del estado y de nuestro sistema fiscal. Es preciso liberar recursos para atender las verdaderas necesidades de los ciudadanos y dotar a nuestro país de una estructura moderna y adaptada a los desafíos que la nueva realidad nos plantea.