La palabra que mejor define lo que está pasando con la pandemia por covid-19 es incertidumbre. Todo son dudas, no tenemos ninguna certeza. Y, desde luego, no sabemos cómo saldremos de esta. Hacer afirmaciones como la que he puesto de título a este artículo es aventurado, así como lo es decir lo contrario. Soy de naturaleza optimista y debería inclinarme en favor de la tesis que apunta a la mejora, pero en esta ocasión me inclino por no defender ese postulado.

Comenzaré por el capitalismo. El mundo se mueve por el dinero, afirmar lo contrario es no vivir en la realidad. Otra cosa es que se quiera cambiar, pero ese es otro tema. Y con un ejemplo creo que será suficiente para convencernos de que solo va a ir a más, es decir, a peor. Las vacunas. Son la gran esperanza y son unos laboratorios privados los que las están fabricando. Habrá quien piense que deberían ponerse a fabricarlas las 24 horas del día para inundar al mundo de esperanza. ¿Lo están haciendo? No, todo lo contrario, alegan dificultades en sus cadenas de producción y diferencias en los criterios de los contratos. Es decir, están fabricando menos de lo previsto. ¿La razón? Quieren cobrar más. ¿Les importan algo los miles de muertos que habrá por ese retraso en su fabricación? No, nada. Más dinero, ese es su único objetivo. Es el capitalismo, estúpidos. Esa es su respuesta. Y eso no va a ir a mejor, lamentablemente comprobamos todos los días que las grandes empresas no tienen corazón, solo intereses, parece que sus directivos estuviesen hechos de un material diferente al humano.

Seguiré con la tecnología, no con toda, claro, me centraré en internet y todo lo que se mueve en ese entorno. El avance que ha supuesto para la humanidad ha sido enorme, incalculable. Comprobar que se puede hacer una operación a corazón abierto con la dirección de alguien que está a miles de kilómetros del paciente es algo de una dimensión que se nos escapa. Manejar la complejísima logística de compra venta de cualquier producto desde unas máquinas situadas en, por ejemplo, California, es un avance que debemos aplaudir. La misma existencia de las redes sociales es fantástica, permitiendo que se pongan en contacto miles de personas con domicilios dispersos por todo el mundo, algo maravilloso. Pero hay una cara b. Por esas redes circulan manuales de fabricación de bombas. Desde esos púlpitos se expande odio a millones de fanáticos dispuestos a luchar no se sabe bien por qué razones. Unos jóvenes con unas habilidades que yo no alcanzo a encontrar tienen miles, millones a veces, de seguidores que están dispuestos a convertirse ellos también en otros influencers con la misma preparación que sus ídolos. La banalidad más absoluta se ha adueñado de una parte notable de las redes. Ya nadie lee un libro, ni un periódico, solo titulares, apoyados muchas veces en mentiras. La información que proporciona un tuitero se tiene por tan válida como la de un sesudo catedrático que ha dedicado años de su vida a estudiar un determinado tema. Los niños se acostumbran desde muy pronto a navegar por los procelosos mares de internet, con el bobalicón aplauso de algunos de sus progenitores. ¿La pandemia va a ayudar a mejor esto? En absoluto, el abuso de las redes es una de las consecuencias de las muchas horas que pasamos en casa.

La política, tal vez la clave de todo. Hay países, como Portugal, en los que Gobierno y oposición se han puesto de acuerdo en no utilizar la pandemia como artefacto de combate en la lucha diaria por ganar adeptos. Por nuestras tierras ya lo vemos, justo lo contrario. Aquí todo sirve con tal de tratar de deteriorar la imagen del adversario, al que convertimos en enemigo. La irritabilidad propia de los encierros en nuestras casas ayuda a que esos mensajes calen cada vez más y consiguen que partidos extremistas vayan ganando espacio. El ejemplo del doctor Simón creo que es muy ilustrativo. Este médico zaragozano ha desarrollado su carrera en muy diferentes lugares y, al parecer, de manera notable. Una determinada ministra decidió nombrarlo director general. Y debemos entender que lo sería por sus conocimientos. Hasta la fecha ha permanecido en ese puesto con siete ministros diferentes. En un momento dado, por atacar al ministro, es decir al Gobierno, desde la oposición se comenzó a criticar a este epidemiólogo. Y hemos llegado a una brutal carnicería. Todo por tratar de desgastar al Gobierno. ¡Qué disparate! ¿Saldremos mejores? No, en absoluto.

Estoy convencido de que algunas personas sí serán mejores después de la pandemia. Pero son las mismas que lo serían en cualquier otra circunstancia. Hay quien es bueno y solo hace que serlo más cada día. El conjunto no, todo indica que iremos a peor. ¿Alguien piensa que en la Comunidad de Madrid van a dejar de privatizar la sanidad? Luego pagaremos nosotros, como siempre, pero los beneficios se los seguirán llevando … ¿Mejores? Pues eso.